Publicado en La Gaceta CPV-ELP. 08/07/2024. Vilma Coccoz.
Tomando en consideración el título del libro de Miller que se nos ha propuesto como referencia para la reunión de hoy –El método psicoanalítico- me ha parecido conveniente remitirnos al propio concepto de “método” a fin de problematizar su pertinencia.
Y para ello propongo, antes que nada, ordenar las enseñanzas de Miller a partir de tres escansiones: la primera, coincide con la Fundación del Campo Freudiano en 1981 y el comienzo de su Curso; la segunda, que ubico en la crisis de la AMP en 1998, y en el giro de la clínica que trajo consigo la incorporación de la categoría de la psicosis ordinaria y una tercera, vinculada a su último curso, El ser y el Uno, de 2011, fecha a partir de la cual la labor incesante de Miller ha tomado forma en otro tipo de acciones. Dicho lo cual, me parece que este texto se ubica en la primera época y que responde a una exigencia de actualización, elucidación y riguroso comentario de la enseñanza de Lacan y “su retorno a Freud.”
En esa época aún se está librando una batalla para distinguir nuestra práctica de la IPA, psicoanalistas encandilados con la técnica, también es preciso tener en cuenta que su exposición se dirige a un público no francés, el brasileño en este caso, y Miller lo subraya. De hecho, no lo he comprobado exhaustivamente, pero no creo que Lacan haga nunca referencia a un método analítico.
Si consultamos el Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora podemos leer: “Se dice que se tiene método cuando se dispone de o se sigue cierto camino (odós) para alcanzar determinado fin propuesto de antemano.
Este fin puede ser el conocimiento o un fin humano, vital, como en la búsqueda de la felicidad”1. Y, más adelante: “El método se contrapone a la suerte y al azar, es ante todo un orden manifestado en un conjunto de reglas”2. Una cuestión muy debatida, siempre siguiendo a F. Mora, es la relación de método y la realidad que se trata de conocer, pero lo cierto es que los diferentes métodos tienen algo en común: la posibilidad de ser usado y aplicado “por cualquiera”, dicho de otra manera, su carácter universal.
Con el Discurso del método de Descartes inauguró las reglas que rigen la búsqueda universal de la verdad, independientemente de la capacidad intelectual, aun si es necesario el convencimiento personal del filósofo o científico que las usa. Si mantuviéramos la validez del sintagma “método analítico”, debemos añadirle que tal convencimiento “personal” deriva de su experiencia analizante, producto del lazo al Otro, al discurso, y por tanto, no es el resultado de una convicción individual.
Cierto es que Lacan habló de principios -no de método- en La Dirección de la cura o los principios de su poder. Veamos pues qué nos dice el diccionario de Filosofía sobre ese término- En griego Arche es aquello de lo cual derivan las demás cosas según, por ejemplo, la concepción de Anaximandro. El principio da la razón de y es por lo tanto principio de realidad (no en sentido freudiano) y una perspectiva es denominada realista cuando se guía por el primado de principios essendi, que se diferencia de principios cognoscendi, cuya perspectiva se considera idealista3. Así se establecen principios comunes a todas las clases de saber y específicos, a cada uno de los campos del saber o axiomas. En la Enciclopedia de Filosofía leemos, además que “Un método consta de prescripciones negativas o higiénicas para evitar el error y positivas o heurísticas en las que se asienta el control del conocimiento”4.
Si, con Lacan, hacemos equivaler los principios del poder de la cura5 a los medios de los que se priva según lo enuncia Lacan, es posible homologarlos al precepto de abstinencia freudiano, delimitando pues un campo de acción regido por principios éticos muy precisos en analistas advertidos respecto al “…principio maligno del poder siempre abierto a una dirección ciega”6.
El texto de Freud
Freud publicó un texto con ese título –El método psicoanalítico de Freud– escrito en 1903 en el que expone sus peculiaridades. Comienza por distinguirlo del método catártico, el cual ya se había separado de la sugestión prohibitiva. La intervención médica, dice Freud, se asienta en “ciertas hipótesis sobre el mecanismo psíquico, [y consigue dar] a los procesos anímicos un curso diferente del que venían siguiendo”7. Dicho en términos actuales, se trata de operar un cambio de discurso.
El método catártico había renunciado a la sugestión y las modificaciones introducidas por Freud, al principio meramente técnicas acabaron en una concepción distinta de la labor terapéutica. Por cierto, los apasionantes pormenores de ese tránsito desde la hipnosis pueden leerse en los Estudios sobre la histeria donde encontramos las marcas precisas de la enunciación personal de Freud vinculada a los hallazgos, las dudas y enigmas que plantearon las “piquitos de oro”. En el texto sobre el método los enunciados adquieren una formalización distinta, impersonal al punto de mencionar su nombre en tercera persona.
“Actualmente [Freud] trata a los enfermos sin someterlos a ninguna influencia personal haciéndole adoptar una postura cómoda en un diván y situándose a su espalda, fuera del alcance de su vista (…) consiste en un diálogo entre personas igualmente dueñas de sí”8.
Freud halló el procedimiento que sustituye a la hipnosis a partir de las ocurrencias espontáneas surgidas como efecto de asociaciones involuntarias en un proceso mental. Para apoderarse de ellas, se invita al paciente a comunicarle todo aquello que acuda a su pensamiento, aunque lo considere secundario, impertinente o incoherente. El principio de la cura, dice Lacan, consiste en hacerle aplicar la regla al interesado, y se exige que no excluyan tales ocurrencias por ser penosa o vergonzosa su confesión.
Las lagunas en la memoria en el relato de los hechos se deben al olvido, a la confusión o a la relajación en el establecimiento de relaciones causales y no existe un historial en el que no aparezcan diferentes formas de amnesia, afirma Freud. En el momento del diálogo se intenta rechazar las asociaciones emergentes, acusándose una molestia ante la aparición del recuerdo buscado. Y ello sucede en la medida en que éste se encuentra bajo los efectos de la represión, de las fuerzas psíquicas que la produjeron y se manifiestan como resistencia. Este factor es uno de los fundamentos de la teoría, dice, cuanto más intensa es la resistencia, mayor es la deformación que sufre el material.
Se trata, por lo tanto, continúa, de partir de las ocurrencias y lograr deducir las deformaciones, de lo que antes era inconsciente. En ello consiste el arte de la interpretación: en la operación de traducción según reglas empíricamente deducidas, a fin de extraer, de las ocurrencias, el material psíquico, es decir, las indicaciones sobre el sentido que ha de darse a la ausencia o cesación de las ocurrencias.
En este texto leemos también que la labor del método analítico se orienta por su fin, esto es, la supresión de las amnesias, dicho en términos actuales, el restablecimiento de la cadena significante, o sea, de la continuidad en el conjunto de las representaciones, siempre teniendo en cuenta que existe un límite estructural en el propio inconsciente que definió como ombligo del sueño o represión original Urverdrängung; además, también deben ser aclarados los “misteriosos afectos” de la vida psíquica.
Freud precisa que el objetivo de esta labor no es la salud, dado que la frontera entre ésta y la enfermedad no puede ser claramente definida en nuestro campo, sino el restablecimiento de la capacidad de trabajo y goce a partir de un alivio general del estado psíquico.
El método según Miller
Por su parte Miller es categórico: las cuestiones técnicas en psicoanálisis son siempre cuestiones éticas y ello en la medida que nos dirigimos al sujeto, categoría que, como tal, concierne al campo de la ética. A partir de la consideración distingue tres niveles en lo que denomina “principios metódicos” que orientan las entradas en análisis: 1) la avaluación9 clínica, 2) la localización subjetiva y 3) Introducción al Inconsciente. Las dos primeras se enlazan entre sí en torno a la subjetivación y las dos últimas respecto de la rectificación. Se trata de la rectificación dialéctica de la relación del sujeto con lo real, tal como se expresa Lacan en la Dirección de la cura…
Este trípode orienta también el modo en que se debe contemplar la distinción diagnóstica entre las tres estructuras clínicas: neurosis, perversión y psicosis. En lo relativo a esta última, Miller destaca la importancia de discernir los fenómenos elementales, y hace referencia al arte del diagnóstico, que nos permite tener en cuenta determinados signos en la valoración clínica desde una evaluación cualitativa, propia de nuestra clínica, que no es cuantitativa ni estadística, según lo ha notado Guy Poblome. A partir de la inclusión de la categoría de psicosis ordinaria esos datos que es preciso valorar y avalar según el caso, darán lugar a la localización de los signos discretos, mínimos de la psicosis ordinaria, en donde prima según Miller, una cuestión de “intensidad”10.
Una precisión muy importante y correlativa a la diferencia entre los dichos y el decir en el texto sobre el Método… que Miller deduce de la articulación de la cadena, al ubicar entre dos dichos consecutivos, -y así se trate de una repetición-, una hiancia, a consecuencia de lo cual el segundo lleva a cabo una retroacción sobre el primero haciendo posible cernir, ente otros aspectos, hasta qué punto el sujeto habla o no en su propio nombre.
La valoración cualitativa de los datos clínicos depende entonces de una posición que opera a partir de una ignorancia docta, aquella que permite hacer lugar a algo nuevo. Aunque debemos tener presente que, en este texto, Miller da mucha relevancia a la respuesta del analista a la demanda de análisis, que puede ser negativa o afirmativa, y la pone en relación al acto analítico. También y en función de ello, añade ciertas restricciones que pueden tener como efecto la extensión del tiempo preliminar, llegando incluso a valorar la posibilidad muy sugerente, de un “tiempo preliminar permanente”, además de optar por recusar la demanda de análisis en los casos de las prepsicosis a fin de evitar su desencadenamiento.
La nueva clínica y las entradas
Creo que tales prevenciones anticipan la clínica de los casos que se discutieron en las célebres conversaciones Clínicas que tuvieron lugar en Angers, Arcachon y Antibes y culminaron con la proposición, por parte de Miller, de la noción de psicosis ordinaria. De hecho, en el texto sobre el Método apunta una distinción de los fenómenos elementales según la repartición en los registros simbólico, imaginario y real cuya tríada podría compararse con las tres externalizaciones que discrimina luego para ubicar el PHI cero – “el desorden en el más íntimo sentimiento de la vida”- en el texto sobre psicosis ordinaria, esto es, la externalidad corporal, social y subjetiva.
En esta clínica continuista, orientada por la UEL, operamos teniendo en cuenta el Inconsciente real y apuntamos, por lo tanto, a elucidar y colaborar en la respuesta subjetiva de defensa ante lo real, a través de la función de la letra y la nominación, de la lógica y la topología, como los medios analíticos alternativos al tratamiento del sufrimiento de los seres hablantes en la dimensión del sentido a partir del par S1-S2.
Desde esta perspectiva, invitamos a los sujetos a franquear el umbral de la habitación propia, aquella que construimos en la dit-mention11 de lalengua, a partir del vacío que caracteriza la respuesta del analista con el fin de hacer lugar a la singularidad. Incluso en aquellos autistas que han elegido no hablar, la operación orientada por el psicoanálisis se distingue por la forma en que es acogido el síntoma, como nos lo enseñan las entradas en la institución12.
En esta clínica las entradas no responden al algoritmo de la transferencia -el que permite localizar un antes y un después y, por lo tanto, distinguir claramente la entrada-; aquí se trata, en muchos casos, de la urgencia de hacer lugar, correlativo del hacer par que propone Lacan para los “casos de urgencia”13.
El acto de alojar un sujeto se hace realidad a través del signo del analista, un signo de interés, de consideración, de reconocimiento14. Siempre teniendo en cuenta que el analista mismo es un huésped del discurso, de ninguna manera el propietario de la dit-mension, como nos lo indica Lacan cuando advierte del riesgo de derrapar hacia otros discursos, o cuando habla de su posición allí no como sino “del discurso al que sirve.”
Se trata de invitar al sujeto a habitar el discurso analítico, aquél en donde se aprende a leer de otra manera, y, por lo tanto, de ofrecer al parlêtre la ocasión y la posibilidad de orientarse en la estructura.
Siempre teniendo en cuenta que la recepción está animada por un lema esencial que nos propone Miller: “Quien entra aquí no será comparado.”
Vilma Coccoz, es miembro de la ELP y de la AMP.
*Cursus de la BOL Bilbao «Iniciar un análisis». 6/06/2024.
Notas:
- Ferrater Mora. Diccionario de Filosofía. Tomo 4, Alianza Editorial, Madrid , 1982, p. 2217. ↑
- Ibíd. ↑
- Ibíd., p. 2690. ↑
- Enciclopedia de Filosofía Garzanti. Ediciones B Grupo Zeta, Barcelona, p. 655. ↑
- Miller hace equivaler los principios a la formulación de un método por parte de Lacan. Miller, Jacques-Alain. El método psicoanalítico. Paidós, Buenos Aires, 1997, p. 15. ↑
- Es el poder de hacer el bien, ningún poder tiene otro fin, y por eso el poder no tiene fin. Lacan, Jacques. La dirección de la cura o los principios de su poder, En O.E.. RBA, Barcelona, 2006, p. 620. ↑
- Freud, Sigmund. El método psicoanalítico de Freud. En O.C. Tomo I. Biblioteca Nueva, Madrid. 1973, p. 1003. ↑
- Ibíd., p. 2004. ↑
- El término deriva de aval, avalar y remite al tratamiento de la valoración que hace previamente el sujeto acerca de su síntoma. ↑
- Miller, Jacques-Alain. “Effet retour sur la psychoses ordinaries”. Quarto 94-95, p. 44. ↑
- La traducción española de este término en el que Lacan juega con el equívoco que sugiere dimention: dit (dichos) mansion (casa). ↑
- Coccoz, Vilma (compiladora). La práctica lacaniana en instituciones I y II. Grama, Buenos Aires, 2012-2017. ↑
- Cfr. Lacan, Jacques. Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11, En Otros Escritos. Buenos Aires, 2012, Paidós, p.601. ↑
- A veces la respuesta del analista se traduce en la puesta en marcha de lo que Alfredo Zenoni nombra como “institución invisible”: en ese caso el analista abandona la posición de espera y se vuelve “móvil”, pone en marcha una red, un equipo, una serie de colaboradores. ↑