La dit-mansion[1] y la nueva clínica

Publicado en entradas.jornadaselp.com, con motivo de la XXIII Jornadas de la Escuela Lacaniana del Psicoanálisis.

En el Seminario Aún Lacan precisa que la entrada en el discurso analítico se distingue por lo que “desaloja”, al poner a la verdad en su lugar.  Una topología –n’espace- es requerida a fin de captar el alcance de su decir en el que las resonancias del texto de Heidegger “Construir, habitar, pensar” vibran a cada paso. Así, ante la pregunta ¿Cómo decir?, reconoce que es el asunto de cada uno de nosotros: “La ética […] tiene la más estrecha relación con nuestra habitación del lenguaje…”[2]

En el texto mencionado Heidegger precisa la diferencia entre, por un lado, la morada o el albergue, entendida como una forma de conducta, de ocupar una región y, por otro, el habitar, cuya dimensión, enlazada al lenguaje, se vincula estrechamente a construir… el lugar. Un fino análisis etimológico vuelve posible asimilar ser y habitar: “La antigua palabra bauen significa que el hombre es en la medida en que habita.”[3]  Entre los rasgos que caracterizan el habitar, se destaca el cuidar (mirar por): “Lo que se toma en custodia tiene que ser albergado.”[4]

Junto a la proposición del significante psicosis ordinaria, signando el fin del binarismo neurosis-psicosis que había orientado la clínica hasta el momento, Miller advertía[5] que no se trataba de una categoría objetiva sino epistémica y que, por lo tanto, su operatividad se restringía al discurso analítico.  De hecho, las consecuencias de este giro no han cesado de dar sus frutos, ampliando el horizonte de nuestra acción. En esta clínica continuista nos esforzamos pues, por elucidar y/o colaborar en cernir, en hacer hueco a la insignia, el S1, en tanto apoyo del parlêtre para afrontar la existencia. Le invitamos a franquear el umbral de la habitación propia, aquella que construimos en la dit-mansion de lalengua, a partir del vacío que caracteriza la respuesta del analista (el principio ético fundamental, la abstinencia freudiana) con el fin de hacer lugar a la solución singular; incluso ante aquellos autistas que han elegido no hablar, la operación analítica se distingue por la forma en que es acogido el signo del sujeto, como nos lo enseñan las entradas en la institución.[6]

En esta clínica se trata de hacer un lugar, de construirlo, y es por tanto correlativo del hacer el par que propone Lacan para los “casos de urgencia.”[7]  Por ello la distinción diagnóstica va más allá de la diferencia entre tipos clínicos, supone considerar aquello que desconecta, desengancha o desarraiga del lazo social, cuidando de ofrecer un refugio estable y habitable donde afianzar un Je, una enunciación singular desde donde construir un tú de elección favorecido por la transferencia.[8]  Iván Ruíz ha destacado la necesidad de cuidar un “equilibrio sintáctico” en esta delicada operación.[9]

El arte del diagnóstico hace posible entonces localizar las distintas posiciones subjetivas, existenciales del ser[10], siempre teniendo en cuenta que responden a una elección insondable y, por tanto, es nuestro deber acoger el peculiar modo de defensa frente a lo real que lleva la marca de su distinción, salvaguardando “una relación no anónima a la existencia.” Habitar el discurso analítico alivia pues de los imperativos terapéuticos, productivos, identitarios.

En esta modalidad de la praxis lacaniana se trata de una inversión del Sujeto supuesto Saber en tanto soporte transferencial, se opera al revés[11], a través del amor concebido en tanto mediación, como lazo. Hemos de partir de la urgencia de los unos solos, a los que se podrá añadir un S2, a fin de atemperar los efectos del desamparo cuyas causas se multiplican en la crisis global que estamos atravesando. El acto de alojar un sujeto se hace realidad a través del signo del analista, un signo de interés, de consideración, de reconocimiento.[12] Siempre teniendo en cuenta que el analista mismo es un huésped del discurso, de ninguna manera el propietario de la dit-mansion, como nos lo indica Lacan cuando advierte del riesgo constante de derrapar hacia otros discursos, o cuando se refiere al “discurso al que sirve” y no se propone como su agente.

En fin, se trata de invitar al sujeto a habitar el discurso analítico, aquél en donde se aprende a leer de otra manera, y, por lo tanto, de ofrecer al parlêtre la ocasión y la posibilidad de orientarse en la estructura.

Siempre teniendo en cuenta que la recepción está animada por un lema esencial que nos propone Miller: [Quien entra aquí] “no será comparado.”[13]

Vilma Coccoz.

Fotografía: Andrew Herman.


[1] Juego homofónico y ortográfico entre dimension (dimensión) y dit-mansion (dicho-mansión)

[2] Lacan, Jacques. Seminario, libro 20, Aún. Paidós. Buenos Aires. 1981, p. 122. El subrayado es nuestro.

[3] Heidegger, Martin. “Construir, habitar, pensar”.  Conferencias y artículos. Ed. Del Serbal. Barcelona. 1994, p. 129.

[4] Ibid, p.132.

[5] Miller, Jacques-Alain. “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”, Revista Freudiana nº 58. RBA, Barcelona, 2010, p 11-12.

[6] Coccoz, Vilma. (compiladora) La práctica lacaniana en instituciones I y II, Grama. Buenos Aires 2012-2017.

[7] Lacan, Jacques. “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”,  Otros Escritos. Buenos Aires. 2012, Paidós, p.601

[8] Leguil, Clotilde. “Je”: Une traversée des identités. Puf. Paris.2018. P.26

[9] Ruiz, Iván. Intervención en el Seminario del Campo Freudiano Nucep-S.C.Madrid. 21 de junio de 2024.

[10] Lacan, Jacques. Seminario, libro11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires. P.255

[11] Miller, Jacques-Alain, “Una fantasía”. Revista El Psicoanálisis, nº 9, 2005

[12] A veces la respuesta del analista se traduce en la puesta en marcha de lo que Alfredo Zenoni nombra como “institución invisible”: en tal caso abandona la posición de espera y se vuelve “móvil” (G.Caroz): pone en marcha una red, un equipo, una serie de colaboradores.

[13] Miller, Jacques-Alain. “Capítulo VI”, Todo el mundo es loco. Paidós. Buenos Aires. 2015. P.137