La época del autismo

Si durante siglos la imagen del grabado de Durero titulado Melancolía ha simbolizado el estado de suma aflicción que caracteriza el humor taciturno del deprimido, su dolor de existir, propongo como figuración del sufrimiento autista un cuadro pintado por un artista japonés, él mismo autista, Tetsuya Ishida, cuya obra ha contribuido a conmover el rostro del sujeto contemporáneo. 

Freud nos enseñó a dilucidar el lazo de estructura existente entre el malestar en la cultura, tal como se hace presente en la subjetividad de cada época, y las formas peculiares que presentan los síntomas singulares y las producciones artísticas.  Por su parte, según lo ha precisado Lacan, el artista, a través de sus obras, anticipa e incita la reflexión, el análisis, las lecturas.  Así tenemos noticia de que Ishida, en los años 90, comenzó a plasmar su percepción de la cosificación, de la alienación programada que imponía el tecnocapitalismo como lo demuestran sus cuadros: Repostar comida (1996) Fe en la velocidad (1996) Cinta transportadora de personas (1996)

La mirada de Ishida refleja la incidencia de la crisis que atravesó Japón en los años 90, cuando la hecatombe económica arrasó con las promesas de felicidad de la llamada revolución tecnológica, momento crítico en el que surge una respuesta radical por parte de los jóvenes hikikomori, rebeldes ante el empuje a la homogeneización que su cuadro “Toyota ipsum” ilustra de forma descarnada. 

Se plasma en ese cuadro la transformación de los cuerpos en simples soportes de sus vestimentas distinguidas por las marcas de las grandes compañías a las que entregan la vida, y cuyo título apunta con amarga ironía al lema que viene a sustituir el antiguo “Conócete a ti mismo” (sapere ipsum). Es manifiesta la entrega a los eslóganes de las grandes empresas que premiarán su productividad a los empleados que sucumban, enajenados, portando incluso sus distintivos desde la cabeza a los pies.

En el comienzo del siglo XXI, se percibe una búsqueda personal en sus cuadros, una versión propia de la hibridación de los cuerpos con los objetos tecnológicos en el marco de la soledad y el desamparo más absolutos.

Podemos deducir la reacción ante el precepto de encajar en un molde prescripto, aquél al que Lacan hizo referencia al mencionar el imperativo procustiano de la moda.  Actualmente, el molde de Procusto es percibido a nivel de la productividad y la eficiencia, de ahí que la cuestión existencial para los autistas se resume en la obligación de encajar en un mundo “capacitista” que no los acoge y los juzga;  o resistir, de forma decidida y, en muchos casos, desesperada, ante las prescripciones impuestas, ya sean terapéuticas, educativas o sociales.

Autorretrato de otro, una expresión del propio artista para nombrar el personaje que se reitera en sus cuadros, así se llamaba la exposición que tuvo lugar en Madrid en 2019. La imagen[1] presenta la figuración del dolor del autista, el perfil de ese rostro que aloja la Gran Nada Negra, como la llamó Donna Williams, y a la que se añade la problemática del doble, situado en la oscura cavidad, un ser diminuto pero esencial, soporte de una identidad siempre en peligro pero que en algunos casos hace posible enmascararse (masquing) a fin de circular, de mimetizarse aún al precio del agotamiento, o de la extenuación, como testimonian, sobre todo, las mujeres autistas.

¿De qué manera colaborar en la construcción de un lugar propio para los autistas? Forma parte de nuestra responsabilidad saber distinguir los signos de sus inclinaciones y talentos a fin de favorecerlas con nuestro sostén, colaboración y apoyo.

Sin duda, se trata de uno de los retos en favor de la subjetividad amenazada que nos plantea la clínica en la época que estamos atravesando, a la que podremos responder si nos pertrechamos suficientemente con el fin de resistir al licor que aturde con su ruido incesante de promesas y señuelos.

Se puede ver la conferencia completa aquí.

Vilma Coccoz.


[1] Viaje de regreso (2003) Exposición Tetsuya Ishida. Autorretrato de otro Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2019)