Paula Kalfus: «el volumen comienza con un tema candente, insoslayable hoy en día, el huracán sobre el género»

Referencia bibliográfica:

Vilma Coccoz: Nuevas formas del malestar en la cultura. Olivos (Buenos Aires: Grama ediciones. 2021).

Intervención de Paula Kalfus

Ante todo quiero agradecer a Vilma por su invitación a presentar este último título de su autoría. En una conversación que mantuvimos hace poco me ha hecho saber sus razones…Un honor que te agradezco, Vilma, tanto como compartir este encuentro con Guy Briole, con Javier Echeverría y con Alejandra Glaze a cargo de la cuidadosa edición. Un apunte freudiano a modo de introducción.

Martes 24 de Diciembre de 1929

En el curso del año Freud mantuvo informado a Max Eitington del avance en la escritura de su obra más reciente. “Mi obra quizás podría llamarse, si necesitara un nombre, El infortunio en la cultura. No me resulta fácil.” (Carta de Freud a Eitington del 8.7.1929). Había sido enviada a la imprenta en Noviembre, a pesar de la insatisfacción de Freud con ella… [1]

Jueves 20 de Marzo de 1930

Noche sobre El Malestar…Esta fue otra de las reuniones restringidas organizadas por Federn. Federn reseñó El Malestar en la Cultura de Freud, luego Freud respondió criticando duramente su obra. La comparó al trofeo de Trajano en Adamclisi[2] –un pequeño monumento construido sobre una gran base. Concluyó diciendo  “Mi libro es el resultado del insight de que nuestra teoría de las pulsiones era insuficiente. […] Escribí el libro con intenciones puramente analíticas, basado en mi existencia anterior como escritor analítico, en una reflexiva contemplación, preocupado por promover el concepto del sentimiento de culpa hasta el final.”[3]

A pesar de que no se labraron actas, en esta reunión Richard Sterba tomó notas subrepticiamente que publicó en parte en sus memorias. Freud mismo no estaba muy feliz con la discusión de esta semana. Luego le escribió a Eitington “El último jueves mantuvieron una reunión en mi casa sobre El Malestar. Solo Federn expresó opinión, no fue muy inspiradora, entonces una vez más tuve que hablar, hablar, hablar.”(Carta de Freud a Eitington del 25.3.1930). [4]

Traigo estas referencias para transmitir no solo lo que infiero como una tibia recepción del libro entre sus discípulos más cercanos, sino también para señalar su insatisfacción para dar cuenta analíticamente del malestar en la cultura, más específicamente de la génesis del sentimiento de culpabilidad, las pulsiones agresivas y sus transmutaciones en el surgimiento del malestar.[5] Una nota de color es la metáfora del trofeo de Trajano. Recién desde 1977 luce reconstruido; Trajano ordenó levantarlo para conmemorar la victoria de Roma sobre los dacios. Si Freud lo visitó en los comienzos del S XX se reducía a un montículo de piedra con gran cantidad de bajorrelieves originales dispersos alrededor. Esta es la imagen que resume la sensación de insuficiencia que lo embargaba. Freud concluye su monumental escrito con una interrogación inquietante -que incluyó dos años después, cuando la amenaza de Hitler se hacía presente, según señala Strachey en una nota al pie. Decía que el destino de la especia humana se decidiría en el terreno de la tensión entre Thanatos y la cultura. “Mas ¿quién podría augurar el desenlace final?”[6] Expresión citada por Vilma en Memoria y Transmisión, de lectura imprescindible.[7]

Dialogando con Freud y su obra, no solamente con El Malestar, sino con tantos otros textos freudianos, junto a la enseñanza de Lacan, Miller, y tantos psicoanalistas que constituyen el enorme acervo de sus referencias, Vilma construye su lectura de la actualidad y de sus malestares, la cito “intentando ilustrar la diversidad de modos en que los psicoanalistas de orientación lacaniana elaboran sus respuestas a las formas que toma el sufrimiento de la condición humana en los tiempos que vivimos.” [8]

Ésta es una más de esas respuestas. Recorre los debates que han atravesado y atraviesan el psicoanálisis en este comienzo de siglo. Confieso que me ha tomado un tiempo leerla, me ha invitado a recorrer muchas de sus referencias, algunas conocidas, otras a las que me ha orientado por primera vez, lo que agradezco. Es una detallada e inquisitiva mirada que da cuenta de algo así como el estado de las cosas respecto de cómo pensamos y qué proponemos en el Campo freudiano respecto de los malestares de la época.

El volumen comienza con un tema candente, insoslayable hoy en día, el huracán sobre el género, como lo ha denominado Miller recientemente. La problemática trans y un posible diálogo con el feminismo acompañan el estallido del género en los tres primeros capítulos que han sabido hacerse eco del tema que es de cita obligada hoy en día. El enigma de la identificación sexuada, afectado por el declive de la imago paterna –otrora señalado por Lacan en Los complejos familiares– es alcanzado por el cuestionamiento de los conceptos de falo y castración que vehiculizan las teorías de género. Cito a Vilma: “El enigma de la sexualidad en la infancia se reformula actualmente en forma de misterio transgénero a partir de los niños y niñas que declaran una identidad en desacuerdo con su anatomía…”[9] para formular su tesis: “La cuestión trans inaugura un nuevo cogito: me siento, luego soy…”[10]

Traigo como ilustración de la pertinencia de esta formulación la Ley de Identidad de Género[11] que rige en Argentina desde 2012. Ésta establece que con la sola declaración de autopercepción de género se puede gestionar una rectificación registral del sexo, cambio de nombre de pila e imagen tanto en adultos como en niños, caso en el que su representación es acreditada por sus representantes legales o incluso podrá ser tramitada por vía judicial. En tensión con este nuevo cogito nos dice Vilma: “Hacer un lugar al enigma del sexo de otro supone haberse formado en la escuela del inconsciente y en el vacío de los absolutos.”[12] Es esta escuela la que lleva a los practicantes del psicoanálisis a escuchar y acompañar, con prudencia, el sufrimiento articulado a la problemática de las identificaciones sexuadas, a distancia del imperativo al goce que impone el discurso de la época, la tecno-ciencia contemporánea y sus operadores. Debate apasionante, en desarrollo entre nosotros…

En línea con las respuestas de los psicoanalistas al tratamiento de los malestares contemporáneos Vilma nos presenta el trabajo clínico y de investigación llevado a cabo en los CPCT, dispositivos de consulta y tratamiento que han surgido en este siglo en el campo freudiano como respuesta al sufrimiento representado en algunos de los significantes amo de la actualidad. De indudable raigambre freudiana, tanto el Instituto Psicoanalítico de Berlín como el Ambulatorium vienés, creados en 1920 y 1922 respectivamente –y que sucumbieron al Tercer Reich-[13] cumplieron el designio freudiano de que las masas populares pudieran acceder a un tratamiento analítico, postulado por Freud en el V Congreso de Budapest de 1918.[14] La experiencia de los resultados de la terapia analítica en los traumatizados por la guerra inspiró la creación de estos centros de atención en sendos pináculos de la cultura europea de entreguerras con la finalidad de extender el psicoanálisis más allá del dispositivo clásico. 

Supongo que se debe a mi sensibilidad a la temática, aunque considero que no solamente…  desde mi punto de vista los capítulos destinados a relevar los aportes del psicoanálisis contenidos en Clínica freudiana de la guerra, Clínica del trauma y Memoria y transmisión constituyen un subconjunto al interior del volumen que adquiere peso propio. Es una interrogación, la del porque de la guerra, que concierne al culmen del planteo freudiano del malestar en la cultura. No quería dejar de señalar la importancia que atribuyo a estas elaboraciones.

En un registro diferente, ya que se refiere a una progresión conceptual producto de múltiples conversaciones clínicas que llevamos a cabo en el Campo freudiano, quiero referirme al último capítulo, Freud y la psicosis ordinaria o la hermosa multiplicidad del suceder psíquico.[15]

La noción de psicosis ordinaria, comienza a gestarse en 1996 en el Conciliábulo de Angers: Efectos de sorpresa en las psicosis, prosigue en 1997 en la Conversación de Arcachon: Casos raros, los inclasificables de la clínica y alcanza su madurez en 1998 en la Convención de Antibes en que se acuña su nombre.

Estas conversaciones democráticas – y tantas otras que las han seguido- han sido no sólo una hoja de ruta que compartimos muchos de mi generación, sino verdaderos manuales de clínica psicoanalítica a los que volvíamos –y aún lo hacemos- una y otra vez al encuentro de la singularidad del caso en el lugar de la particularidad de las categorías diagnósticas. ¿Cómo, si no, olvidar el caso de la nebulosa[16] o el de la pestaña[17]? ¿O por caso la clasificación de los inclasificables de La Sagna[18]?

La postulación de la psicosis ordinaria ha sido una operación de extracción y de  lectura del campo de la clínica de la psicosis abierto por J. Lacan a partir de De una cuestión preliminar… Las sorpresas y casos raros de las primeras conversaciones hicieron lugar a los casos frecuentes, que en el ’98 Miller enumeraba así: “la psicosis compensada, la psicosis suplementada, la psicosis no desencadenada, la psicosis medicada, la psicosis en terapia, la psicosis en análisis, la psicosis que evoluciona, la psicosis sinthomatizada.”[19] Ello generó una proliferación tal, un entusiasmo diría, que no solamente derivó en la utilización de la psicosis ordinaria como un diagnóstico, sino en su aplicación extendida a una tal variedad de casos que generó una verdadera Babel entre nosotros. Diez años después, con Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria,[20] Miller nos propone algo así como un punto de capitón para volver a precisar la noción. Por un lado nos invita a una suerte de reducción de su campo de aplicación respecto de la enumeración que mencioné hace un momento y por el otro proporciona una serie de precisiones, diría indicaciones, para contribuir a construir su concepto, que considero un ejemplo de lo que se ha denominado despatologización de la clínica en la presentación de Polémica Política el domingo pasado. Señalo dos indicaciones entonces, que considero articuladas. La primera, que la psicosis ordinaria es una creación que se deduce de lo que llamamos la última enseñanza de Lacan. Y que Miller ubica, lo menciono sintéticamente, en el cambio de estatuto del Nombre del Padre en la enseñanza de Lacan, de nombre propio a predicado de una función. La segunda, que la psicosis ordinaria no es una categoría objetiva, una categoría de la cosa en sí. “La psicosis ordinaria interesa vuestro saber, vuestra  posibilidad de conocer alguna cosa del paciente. […] Una psicosis difícil de reconocer como tal, pero que deduzco de varios pequeños índices. Se trata más de una categoría epistémica que objetiva. Lo que concierne a nuestra manera de conocerla.”[21] Se trata de atender a la manifestación del hecho de estructura de un desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto, al que Lacan se refiere en De una cuestión preliminar… [22] que se presenta de manera discreta, y que se localiza a partir de pequeños indicios -los denominados signos discretos que han sido objeto de una  elaboración entre nosotros casi diez años después. En el esfuerzo de precisar de que se trata ese desorden en el sentimiento de la vida Miller nos orienta a que se trata con frecuencia de una cuestión de intensidad, de más o de menos.[23]

Es con esta clave de lectura que Vilma retorna a Freud para situar sus valiosas aportaciones al campo que nos ocupa. Señala su oscilación entre “sus declaraciones manifiestamente reacias a alentar las pretensiones de tratamiento hasta no encontrar otro plan terapéutico que el implementado en la cura de las neurosis […] y, por otro lado, signos inequívocos de su impulso decidido a explorar […] la radical inaccesibilidad de las psicosis.”[24]

Produce tres escansiones en la obra freudiana -de una lectura tanto rigurosa como exquisita- que al tiempo de demostrar el fino entendimiento de Freud de la psicosis, Vilma articula con los pequeños indicios de los que nos valemos para circunscribir nuestro campo.

Primera escansión,  Lo Inconsciente[25]: en el que Vilma localiza lo que llamaré la operatividad de los signos discretos en el lenguaje de órgano que ejemplifica con el famoso caso de Victor Tausk “los ojos no están bien, están torcidos” y que Freud distingue de la histeria. También el del paciente de los profundos agujeros en el rostro que evidencia la ausencia de significación de la castración u otro caso de Tausk que viene a manifestar un signo discreto de ausencia de represión. Tanto como el de Un caso de paranoia contrario a la teoría psicoanalítica… en que la falta de pudor de una mujer para referirse a sus intimidades manifiesta lo que Lacan a la altura de su Seminario 3 denomina inconsciente a cielo abierto. La  descripción metapsicológica de las operaciones de represión y forclusión que Vilma resume en media carilla merece ser leída íntegramente p. 282

Segunda escansión: Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad[26] en que Vilma ubica el factor de intensidad de los celos relevado por Freud como indicio de la posición subjetiva. Intensidad que se reconoce también en el perseguido a quien todo le hace signo de la voluntad maligna del Otro. Me interesa destacar un Freud milleriano -si se me permite la licencia- que Vilma cita respecto del segundo caso: “no hubiera sido diagnosticado seguramente fuera del análisis de paranoia persecutoria”. Y digo milleriano, tensando la cuerda, en atención a ese señalamiento en Efecto retorno… que destaqué hace un momento, la interrogación acerca de si la psicosis ordinaria es una categoría objetiva, si ésta existe objetivamente en la clínica. ¿Qué es lo objetivo a lo que se refiere Miller? ¿Sería objetiva la clasificación diagnóstica? En todo caso, con este Freud, podemos intentar una respuesta: por fuera del dispositivo analítico no sería posible leer la psicosis ordinaria.

Tercera escansión y para concluir: La pérdida de la realidad en las neurosis y en las psicosis[27] en que Freud, dice Vilma, precisa dos movimientos en la respuesta subjetiva ante lo real. “En la neurosis se evita, huyendo de él, un trozo de lo que en las psicosis es elaborado y transformado. […] La neurosis se limita a no querer saber nada de la realidad mientras que la psicosis la niega e intenta sustituirla.”[28] Vilma concluye, y es esta la artista a subrayar en relación a la psicosis ordinaria, que la noción de normalidad a la que Freud se refiere reúne las reacciones tanto de la neurosis como de la psicosis y constituye un antecedente del funcionamiento del sinthome.

Es de la lógica misma del texto freudiano del que Vilma extrae la perspectiva de la clínica continuista postulada por Lacan, operación que encuentro asimilable a la que realiza Miller al extraer la psicosis ordinaria de la última enseñanza de Lacan. Un enseñanza para no dejar a Freud dormir el sueño de la eternidad en los estantes de la biblioteca…


[1] Extracto de la entrada correspondiente al Martes 24 de Diciembre de 1929, The Diary of Sigmund Freud 1929-1939, A record of the final decade (Translated, Annotated, with an Introduction by Michael Molnar), The Freud Museum, London, 1992, The Hogarth Press, p 51 (la traducción es nuestra)

[2] Véase la ponderación de Freud por las virtudes de la pax romana sobre los pueblos mediterráneos en El porqué de la guerra (1932/1933)

[3] ibidem 1, p 62

[4] Notas y Referencias, The Diary of Sigmund Freud 1929-1939, p 275

[5] S. Freud, El malestar en la cultura, Obras Completas, Tomo III, Madrid, Biblioteca Nueva, Tercera Edición, p. 3063

[6] ibidem 5, p. 3067

[7] V. Coccoz, Nuevas formas del malestar en la cultura, Buenos Aires, Grama, 2021, p. 187

[8] ibídem 7, p 16

[9] ibidem 7, p. 36

[10] ibidem 7, p. 43

[11] Ley 26.743 de Identidad de Género sancionada en la República Argentina en 2012

[12] ibidem 7, p. 42

[13] ibidem 7, p. 152

[14] ibidem 7, p. 145 y 152

[15] ibidem 7, p. 265, expresión freudiana tomada del Prefacio para un libro de Hermann Nunberg

[16] H. Castanet, Un sujeto en la nebulosa, Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Buenos Aires, ICdeBA Paidós, 1999, p. 209

[17] P. Naveau, Historia de ojo, ibidem 16, p. 255

[18] P. La Sagna, La clasificación La Sagna (los inclasificables del síntoma, del goce, del cuerpo y del Otro que no existe), ibidem 16, p. 348

[19] J-A Miller et al, La psicosis ordinaria, Buenos Aires, ICdeBA Paidós, 2003, p. 201

[20] J-A Miller, Effet retour sur la psychose ordinaire, Quarto 94-95, Bruxelles, ECF, Janvier 2009

[21] ibidem 20, p. 42 (la traducción es nuestra)

[22] ibidem 7, p. 275

[23] ibidem 20, p. 45

[24] ibidem 7, p. 273

[25] S. Freud, Lo Inconsciente, Obras Completas, tomo III, Madrid, Biblioteca Nueva, Tercera Edición, p. 2007

[26] S. Freud, Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos…, Obras Completas, tomo III, Madrid, Biblioteca Nueva, Tercera Edición, p. 2613

[27] S. Freud, La pérdida de la realidad en las neurosis y en las psicosis, Obras Completas, tomo III, Madrid, Biblioteca Nueva, Tercera Edición, p. 2746

[28] ibidem 7, p. 287/288