Javier Echeverria: «su libro me parece una gran aportación a la teoría psicoanalítica y a la cultura del siglo XXI»

Referencia bibliográfica:

Vilma Coccoz: Nuevas formas del malestar en la cultura. Olivos (Buenos Aires: Grama ediciones. 2021).

Intervención inicial de Javier Echeverría

Gracias por darme la palabra, Alejandra. Has dicho que el malestar aflora por todas partes. Estoy completamente de acuerdo. Pero hoy en día aflora de modo diferente a como ese malestar aparecía en tiempos de Freud, o a como afloró en París en la época de mayo del 68 y en los años 70 del pasado siglo.

En los años 70-78, siendo yo becario post-doctoral en la Sorbona, París era un hervidero. Dicho hervidero fue intelectual, cultural y social, no sólo político. Había aflorado un malestar profundo, y no solo en Francia. Esto ocurrió en varios países en aquella década, y sigue sucediendo ahora en muchos lugares. Ha ocurrido varias veces en Buenos Aires. Ha sucedido en España con el movimiento del 15M, en Wall Street y en varios países árabes. Hay momentos en la historia en los que lo profundo aflora. Freud teorizó esos momentos y Vilma lo deja muy claro cuando afirma que la fuente de ese malestar cultural es el inconsciente. Esta tesis de Freud sigue siendo acertada y fecunda. Vilma la reafirma netamente y la actualiza muy bien con ejemplos de hoy en día. Por eso su libro me parece una gran aportación a la teoría psicoanalítica, pero también a la cultura del siglo XXI.

Si me lo permites, Vilma (bien sabes que los sustantivos y los conceptos los suelo poner en plural), voy a matizar nada menos que a Don Siegmund Freud, al decir que hay malestares de las culturas. Hay dimensiones diferenciales del malestar contemporáneo según las diversas culturas y también según las distintas lenguas. Sé que estamos de acuerdo en eso, Vilma: veo tu gesto a través de la pantalla, no en vano ahora dialogamos on line, es decir, en escenarios tecno-culturales. Apenas voy a aludir a los tecno-malestares y tecno-bienestares, que son temas sobre los que he reflexionado. Hoy insistiré en que hay un malestar de la cultura en América Latina, que yo conozco sobre todo en México y Colombia, que se manifiesta aguda e intensamente en relación a las culturas indígenas. Ese malestar indígena surge de sus lenguas y culturas, las cuales han sido minorizadas históricamente. Pues bien: ocurre que el inconsciente y el deseo de las personas hablantes también se estructuran en dichos espacios simbólicos lingüísticos y culturales. Existe un malestar profundo en muchas culturas ancestrales que han quedado infravaloradas e invisibilizadas, y eso no sólo en América, también en España. Es el caso del País Vasco, que yo mismo he vivido y padecido. El País Vasco forma parte históricamente de España, pero tiene una lengua ancestral, no indoeuropea, anterior al griego e incluso al sánscrito. Pues bien, en los años 70, con la decadencia de la dictadura franquista, afloró en Euskadi un profundo malestar cultural. Quizás por eso se creó la Universidad del País Vasco en 1979, y con ella la Facultad de Filosofía y Letras. Políticamente, aquel malestar cobró fuerza y devino virulento. ETA y la lucha armada contra España y Francia cobraron protagonismo mediático. Hubo asesinatos, lucha armada y represión policial violenta. Desde los conflictos imaginarios y simbólicos emergió dramáticamente lo real.  Pero la lengua vasca acabó teniendo un importante desarrollo educativo, social y tecnológico, suturando en parte el malestar subyacente.

Pues bien, en aquel momento unos pocos seguidores del mayo del 68 parisino nos involucramos en la creación de una Facultad de Filosofía. Al hacer el plan de estudios del segundo ciclo, que tenía que adaptarse obligatoriamente a las normas del Ministerio de Educación y Universidades, pero con un pequeño margen de discrecionalidad, habilitamos una asignatura optativa que se denominó Teoría Psicoanalítica I y II y se impartió en la titulación de Filosofía, no así en la de Psicología, porque nuestros colegas de Facultad no la incorporaron a sus propios planes de estudios.  A Víctor Gómez Pin y a mí mismo, que nos alternábamos en el Decanato de la Facultad, pero también a más gente, puesto que la Sección de Filosofía la aprobó como asignatura optativa, nos pareció imprescindible introducir un espacio que posibilitase el desarrollo de la teoría y de la práctica del análisis freudiano y lacaniano, tanto en español como en euskara. Sigo pensando que, en aquella circunstancia, esa iniciativa tuvo mucho sentido cultural y filosófico, porque permitió empezar a interpretar en profundidad aquel malestar cultural, social e individual.  En suma: aquella asignatura permitió que aflorase y fuese analizable la dimensión inconsciente de aquel profundo malestar.

Fue una pequeña iniciativa académica, pero gracias a ella se creó en Donostia y en Euskadi un primer núcleo de la Causa Freudiana, dirigido por psicoanalistas lacanianos. Los viajes a París y desde París, donde se hacía la passe, fueron frecuentes. Lo sabes bien Vilma. Tú eres actualmente líder de ese núcleo lacaniano y freudiano que sigue existiendo en San Sebastián y que se ha extendido a otras muchas ciudades de España, aunque ya fuera de la universidad. Las actuales iniciativas institucionales para fomentar la Causa freudiana, que resumes muy bien en tu libro, tienen importancia. Esta es una de las grandes aportaciones de tu libro, que has desarrollado más ampliamente en otras publicaciones colectivas que has editado.

Pero hay otras formas de malestar que mencionas en tu libro y que quiero resaltar. Una de ellas es la actual tecno-cultura, que genera nuevas formas de malestar digital a través de las pantallas. Sé que hoy en día se hace psicoanálisis a través de las pantallas, algo impensable en los años 70 y 80 del pasado siglo. Por las pantallas, en efecto, fluyen significantes. Pero hay que fijarse también en las diversas formas de malestar cultural y en los síntomas y patologías que se producen en Internet y en las redes sociales. Son fenómenos mentales conocidos, pero también nuevos, porque adoptan formatos distintos. Hay que teorizarlos, y hay que hacerlo desde la hipótesis del inconsciente estructurado en forma de lenguaje. Hoy en día, incluso, hay que distinguir entre lenguajes y tecnolenguajes, como Lola Almendros y yo hemos propuesto en nuestro reciente libro: “Tecnopersonas”.

Dicho esto sobre el malestar digital del que me he ocupado en los últimos veinte años, hay otra gran forma de malestar de la cultura contemporánea que atañe a la cuestión del género, y no sólo del sexo. Tratas muy bien este tema en tu libro, Vilma, y eso que sólo resumes las principales aportaciones que Freud, Lacan, Miller y varias psicoanalistas lacanianas (Clotilde Leguil, Marie- Hèlene Doguet-Dziomba, Anaëlle Lebovits) habéis hecho a los debates sobre lo que voy a denominar malestar de género. Propones un diálogo entre el psicoanálisis y el movimiento feminista. De acuerdo. Al respecto, dices con razón que Simone de Beauvoir, sin duda una gran pensadora, malinterpretó el pensamiento de Freud, o al menos lo simplificó. Y Lacan, que conoció y trató en los años 30 y 40 a Jean-Paul Sartre y a Simone de Beauvoir, porque todos estuvieron muy atentos al mítico seminario de Alexandre Kojève sobre Hegel en la parisina École Pratique des Hautes Études, le señaló a Simone de Beauvoir que en su libro El segundo sexo había simplificado y, por así decirlo, había sexualizado el pensamiento freudiano. Creo que luego, en el Seminario Encore, Lacan precisó que ella había reducido el psicoanálisis a una cuestión sexual, siendo así que el psicoanálisis de Freud tiene que ver ante todo con el inconsciente, con el significante, con lo simbólico y los lenguajes. Esta tesis fuerte del pensamiento lacaniano ya estaba apuntada en Freud y, como tú subrayas muy bien, estas propuestas son muy fecundas para los estudios de género.

Sin entrar en la cuestión trans-, que también mencionas, hay un tema a mi entender muy importante: el movimiento feminista evolucionó desde la condición sexual de la mujer a las cuestiones de género. Esto supuso un avance conceptual importante. Lacan fue más allá de la sexualidad y entró a fondo en los lenguajes y en las culturas, que tienen una fuerte carga de género. Hoy en día, el género es una cuestión social, simbólica y lingüística, más que biológica. Eso, que estaba claro en Freud, y en Lacan más todavía, lo tratas muy bien en los capítulos 2 y 3 de tu libro. Por eso dices con razón que el psicoanálisis lacaniano tiene muchas aportaciones que hacer a los estudios de género y al propio movimiento feminista.

Apoyo netamente esta propuesta tuya y quiero subrayar cómo lo dices, citándote: “la verdadera dimensión del malestar es el inconsciente, que es aquello que no sabemos de nosotros mismos y es la vez, lo más precioso que tenemos”. Que nos conocemos en lo profundo a nosotros mismos es bien sabido gracias a la hipótesis freudiana del inconsciente humano. Pero quiero destacar tu segunda afirmación: la dimensión axiológica y valorativa que introduces al hablar de “lo más precioso”. Mucha gente valora la conciencia, piensa que no hay ser humano sin conciencia y cree que lo más valioso del ser humano es su conciencia. Tú sugieres que lo más valioso de cada cual está “más allá de su conciencia”. Esta frase tuya es importantísima, Vilma. Nuestro malestar surge del inconsciente, pero también nuestro bienestar y nuestra valía. El inconsciente es el motor de los bienes y de los males, diría yo en mi propia terminología. Por sintetizar, y a modo de propuesta para el diálogo, diré que el inconsciente es valioso y puede ser asimismo disvalioso, ruinoso y sintomático. Puede generar síntomas, enfermedades mentales, depresiones, etc. Para eso estáis los psicoanalistas, para atender los males que surgen del inconsciente.  Pero también los bienes, digamos el placer y el gozo, surgen del inconsciente. Pues bien, esta condición axiológica del ser, que es mi tema, me parece muy importante. Te animo a seguir desarrollando este enfoque axiológico del inconsciente, puesto que los valores se plasman en los lenguajes.

Por eso he introducido hace un momento la noción de malestar de género. Quizás alguien la ha tratado y desarrollado previamente, no lo sé. En todo caso, propongo formalmente que reflexionemos sobre este concepto y lo hago en el contexto de los capítulos 2 y 3 de tu libro.

¿Malestar en la cultura? Cierto. Pues bien, el movimiento feminista, el Me Too! e incluso las sufragistas británicas de principios del siglo XX fueron y son expresiones colectivas del malestar de género. El movimiento social pujante y creciente que hoy en día es el movimiento feminista hace aflorar un malestar profundo, muy profundo, cuyo origen está en el patriarcado, aunque no voy a entrar en esta última cuestión.

Terminaré reafirmando tu tesis de que ese malestar en la cultura se manifiesta en forma de movimiento social, pero tiene un origen profundo en el inconsciente. Precisar que la noción de género es lingüística y no biológica, es una aportación que está en Lacan, e incluso en Freud, pero tú la desarrollas con claridad y vigor, citando a otras autoras. En esta presentación de tu libro he querido destacar esta modalidad de malestar en particular, aun habiendo otras formas importantes de malestar en la cultura, como tú misma señalas.

Quien habla de malestar de género habla también de bienestar de género. También lo hay. Entro así en un tema conflictivo. Muchos varones, al estar en posición de superioridad social y familiar respecto a las mujeres, a las que conciben incluso como siervas de ellos, si no como propiedad, extrar de esa relación jerárquica un bienestar de género. Una cosa es el placer y el bienestar sexual y otra es el placer y el bienestar de género, que está basado en tener a personas que te quieren, que te cuidan, que te hacen las tareas domésticas y que incluso crían a tus hijos, además de trabajar fuera de casa. No digamos si, además, algunas de ellas obedecen y se callan, con toda la profunda significación que puede tener ese silencio. No sé, Vilma, si estas nociones de malestar y bienestar de género, que no aparecen en tu libro, las aceptarías. Son sugerencias que te hago. Pienso que los patriarcalismos aportan las estructuras simbólicas que generan estos malestares y bienestares de género.

Vuelvo a la tesis fuerte de Freud y de Lacan. Siendo inconsciente para unos y otras esa estructura simbólica inconsciente desde la cual hablan los sujetos, estando inserta esa estructura los lenguajes, a modo de quiebra en los discursos, y siendo esa estructura constitutiva del sujeto hablante, pienso que el psicoanálisis puede aportar mucho a los estudios de género en la medida en que analice esas estructuras inconscientes y descubra en ellas las fuentes ocultas de los malestares y bienestares de género, que luego afloran en forma de violencia de género o de movimientos sociales en pro de la igualdad de género.

He dicho que mi intervención inicial iba a ser relativamente breve. Habría otros aspectos relevantes del libro de Vilma Coccoz que podría haber comentado. Espero haber mostrado algunas de sus contribuciones más importantes, a mi modo de ver, que surge de mi modo de leer.

J.E.

Dibujo: Vladimir Tyuryaev.