Cuando el hábito hace al monje

Intervención en la II Jornada Clínica de la FCPOL: «Delicadas transiciones» que tuvo lugar el pasado día 3 de junio, viernes, en el Centro Cívico Universidad de Zaragoza.

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En Tres ensayos para una teoría sexual, la obra posterior a aquellas que ofrecen un auténtico mapa del inconsciente, Freud da a conocer su primera contribución a la concepción de la sexualidad que resulta de su descubrimiento: la organización libidinal no responde a un esquema evolutivo, lineal, a un desarrollo biológico y revela una complejidad que poco a poco empezaría a entregar sus secretos. En esa labor de elucidación llega a comparar la metamorfosis de la pubertad con “la perforación de un túnel comenzada por sus extremos simultáneamente.” Por un lado, se horada la autoridad de los adultos, su saber pierde consistencia; por el otro, se conmueven las identificaciones debido a los afectos y reclamos insólitos del cuerpo.

Una sacudida de los pilares narcisistas y el efecto de la desintrincación pulsional que tiene lugar explican las tentaciones suicidas que acechan durante esta delicada transición en la que, Freud dixit, “el joven tiene derecho a detenerse” a fin de elaborar la solución que haga posible el pasaje a otra manera de habitar el discurso que deja atrás la infancia.

La justa apreciación de este momento crítico supone considerar las peculiaridades de la realidad circundante, familiar y social, así como la atmósfera de la civilización y las coordenadas culturales en las que tiene lugar este recorrido personal que culmina con la declaración del ser sexuado y con el diseño de un proyecto vital. Ambos son posibles a partir de una reconfiguración del narcisismo y de lo que Lacan denomina irónicamente “maduración del objeto a”: supone estar alojado en un lazo social donde desplegar una actividad sublimatoria y habitar un semblante digno de ser presentado al mundo.

Al tiempo que Freud redactaba esa obra, plena de oscuridades e incertidumbres, James Joyce escribía su autobiográfico Retrato del artista adolescente. Se pueden leer a la vez. En este libro extraordinario para quien quiera formarse en las peculiaridades de este período vital, leemos los detalles del inicio de la perforación del túnel por ambos lados.

La escena tiene lugar en el pensionado, donde todos los chicos le parecían extraños, uno de ellos lo había arrojado, vengativo, a una fosa, al día siguiente otro se interesó por él, por su palidez, y a él le dieron ganas de llorar, pensó que tenía enfermo el corazón. El más “popular” o líder que lo había maltratado le espetó:  Dinos Dédalus, ¿besas tú a tu madre por la noche antes de irte a la cama?

Stephen contestó: Sí.  Mirad, dijo el otro, aquí hay uno que dice que besa a su madre todas las noches antes de irse a la cama. Los otros chicos reían. Stephen se sonrojó ante sus miradas y dijo: No, no la beso. Wells dijo: Mirad, hay uno que dice que él no besa a su madre antes de irse a la cama. Todos volvieron a reír. (…) se azoró y sintió una oleada de calor por todo el cuerpo. ¿Cuál era la debida respuesta? (…) ¿Estaba bien besar a su madre o estaba mal? 

Bajo el acicate de esta interrogación se abrirán en cascada otras que van minando el sólido sentido de las palabras, a la vez que sitúa el marco simbólico en el que sucede su travesía: la situación de Irlanda, su reclamo de independencia, el compromiso político de la Iglesia, la hipocresía de los sacerdotes-educadores… Al tiempo que el saber del Otro es puesto en cuestión, Stephen registra las sacudidas de su cuerpo: el escalofrío, el asco, las náuseas, el desagrado ante sus íntimas orgías, el vómito luego del primer encuentro sexual.

Cuando llegó a comprender que no volvería al pensionado a causa de la penuria económica del padre llega a atisbar cambios en lo que consideraba incambiable, un seísmo hacía temblar los cimientos y una obscuridad como la del mundo externo nublaba su espíritu. Pudo captar entonces que pensar en una chica le generaba una extraña inquietud. A veces la fiebre le llevaba a vagar por la noche, solo. Refiere que nunca le abandonaba su amargo y silencioso humor, estaba enfadado consigo mismo.

Sólo al participar en una obra de teatro consiguió experimentar la vitalidad juvenil, pero dudaba de la sinceridad de la camaradería, le parecía una triste anticipación de la virilidad. La desconfianza que le provocaba su madre y la fanfarronería del padre, el Perico de los Palotes, ahondaban el pozo en el que se precipitaban los referentes de su infancia.

Lacan nos indicó tener en cuenta el gran valor clínico del siguiente pasaje: Stephen se preguntaba por qué no guardaba rencor hacia quienes le habían atormentado y atacado brutalmente luego de una discusión: Al regresar a su casa sentía que una fuerza oculta le iba quitando la capa de odio acumulado en un momento con la misma facilidad con la que se desprende la suave piel de un fruto maduro.  La ausencia de subjetivación de su cuerpo, su caída en un hueco viscoso constituye un indicador de estructura fundamental en la valoración de los comportamientos de niños y jóvenes, especialmente en el tema que nos ocupa.

Él había continuado sus estudios con los jesuitas, donde su talento no pasó desapercibido, el director intentaba tentarle con los hábitos y con el poder que confieren a quien los porta.  Pero el discurso religioso se tornó una fábula vana y convencional. Despertó [en él] un instinto agudo y hostil que le prohibía dar su consentimiento (…) a la vez que se afianzaba su convicción de que su destino era eludir todo orden. Esa propuesta de solución a la salida del túnel ofrecida por el llamamiento de la sabiduría eclesiástica no le había tocado en lo vivo.  Seguiría su designio contemplando las acechanzas de los caminos mundanales del pecado. Caería. Declaró, en su juicio más íntimo. Después de lo cual le parecía más profético el nombre que llevaba, el cuerpo había sido purificado por un solo soplo, libertado de la incertidumbre.

Encarnaría altivamente un ser vivo, alado y bello, sustentado en la libertad y el poder de su alma. ¡Adelante! ¡Adelante! tal era el grito de su corazón. Imbuido de esta nueva fuerza se produjo el encuentro con una muchacha que se encontraba en la playa, ante él, sola e inmóvil, mirando, cuando sintió la presencia y la adoración de los ojos de Stephen se volvieron hacia él, quien pudo experimentar entonces el estallido de una pagana alegría (…) tenía las mejillas encendidas, el cuerpo como una brasa (…) avanzó hacia adelante, la imagen de la muchacha había penetrado en su alma para siempre y ni una palabra había roto el santo silencio de su éxtasis. Los ojos de ella la habían llamado y su alma se había precipitado al llamamiento.

Esta mirada, oficiando como causa del deseo se abrirá camino en la elaboración de una estética propia: No serviré por más tiempo a aquello en lo que no creo, llámese mi hogar, mi patria, o mi religión. (…) trataré de expresarme en vida y arte, tan libremente como me sea posible. Sin embargo, declara que en su defensa -ante lo real de los dos huecos del túnel, se permitirá usar solo tres armas: silencio, destierro y astucia. Fórmula magistral que viene a nombrar la reunión de los tres registros en los que se distribuye nuestra experiencia subjetiva, lo simbólico, lo real y lo imaginario. A partir de esta declaración y a la manera de un diario, aparece un registro de los días en que va tomando forma su ego y que se formula como un propósito vital el día 26 de abril: forjar en la fragua de mi espíritu la conciencia increada de mi raza.  Es la divisa con la que asciende a su escabel, que reúne narcisismo y sublimación.

El siglo XXI

Un siglo después debemos discernir las novedades y las invariantes estructurales en la experiencia de los jóvenes, intérpretes privilegiados del espíritu de los tiempos. Dentro de las invariantes, destacamos la importancia que adquiere, para el ser hablante, el vestido, que Lacan compara con la cortina y el velo en su función de envoltura al figurar, en la escena del deseo, un más allá, e incluir, por lo tanto, en su composición, la nada que le es intrínseca -el deseo es falta-.

De ahí que en la elaboración de una solución personal el aspecto, lo que se muestra, adquiere un valor libidinal esencial en el juego de la seducción y en el encuentro, vuelto posible, de los cuerpos. El atuendo puede formar parte de la solución subjetiva ante la confrontación con la equivocación irremediable que induce la sexualidad y cuya admisión nos permite enunciar otro invariante, ya que como seres vivos estamos carcomidos, mordidos por el síntoma. Es la manifestación en lo real de nuestra peculiar biología atravesada por el verbo y en donde distinguimos el hombre y la mujer. En cuanto a la relación entre ellos no hay ninguna oportunidad de conseguir nunca nada, es decir, de lograr una fórmula, algo que se escriba científicamente. De allí la proliferación de síntomas, porque todo se aferra ahí (…) para el parlêtre la sexualidad es desesperanzada… (Lacan)

El modo de habitar los semblantes sexuales revela el estilo singular en que cada uno aporta su interpretación al enigma de la sexualidad, a sabiendas de la distancia ineliminable entre lo que se dice, lo que se da a ver y su recepción, imposible de calibrar. En este campo, el hábito no hace el monje: ni la mascarada femenina ni el porte viril llegan a decir la última palabra ni a revelar sus íntimos secretos, opacos para los propios sujetos. Allí las apariencias engañan.

De hecho, el atractivo del disfraz forma parte de la cultura, donde se consuman las creaciones inspiradas en la ausencia de una fórmula de relación; ciertos testimonios de travestismo han dejado huella en la historia, aunque su influencia creció exponencialmente desde la invención de la fotografía y el cine, donde daría lugar a una nueva estética denominada neobarroca que se fue consolidando con el movimiento de drag Queens y cuya incidencia en el despertar del deseo trans es crucial.

Ese movimiento, surgido entre las minorías raciales y sexuales en EEUU, en los años 70, proponía otra forma de competir alejada de los deportes y del ejército, propiciando la invención de coreografías que elevaron a la dignidad de la danza –voguing– los combates callejeros; desfilaban envueltos en trajes laboriosamente confeccionados y luciendo cuidadosos maquillajes. Se inspiraban en las grandes divas de la pantalla.

El capitalismo depredador fue engullendo sus invenciones, a la vez que se diluía su carácter político y subversivo. El emblemático Rupaul es ahora dueño de una gran empresa mediática, con un canal propio, vinculado a la industria del lujo, que ya tiene su filial en España -Drag Race-, y su derivado, Drag Kids. La diferencia entre el esplendor de sus inicios y el empuje a la obscenidad y el descuido en los detalles debe tenerse en cuenta a fin de valorar la distancia que les separa de sus nobles orígenes y disminuye su valor sublimatorio.

La expansión de un nuevo modo de gozar vinculado a las pantallas en la búsqueda de una solución para el ser sexuado requiere distinguir sus usos: desde la perspectiva de los espectadores, no es raro que los jóvenes definan su cuelgue como una adicción, imposible de eludir, la pantalla los mira, los come en un movimiento acelerado que reclama más y más.

Pero en el caso de muchos realizadores, –influencers y youtubers transexuales-, notamos el valor subjetivo que pueden alcanzar sus apariciones -el dirigirse a la anónima masa de seguidores que cuentan por sus likes y sus comentarios-, al tiempo que componen su imagen en el visor, pudiendo esta acción formar parte de la labor de creación que nombramos como hacerse un cuerpo: para ellas y ellos el hábito hace al monje, no se trata de un disfraz.

La encarnación de la imagen, la comunión entre lo imaginario y lo real se acentúa en quienes realizan las actuaciones en vivo, una de ellas confesaba que solo en esas ocasiones se siente ser. Numerosos testimonios, algunos añadiendo detalles minuciosos de tratamientos y cirugías reclaman la autenticidad de su experiencia, celebran las bondades y la conquista del cuerpo así obtenida a pesar de las penurias padecidas. Los videos de maquillaje, muy frecuentes, revelan el trabajo y las horas necesarios para ajustar la imagen que se acompaña por la rúbrica de una nueva nominación.

En otros se destaca su activismo inspirado en las teorías de J.Buttler: la insistencia en la necesidad de llevar a cabo la deconstrucción del género asignado, en el acceso a la performance a partir de su autopercepción, en el combate contra la transfobia y el rechazo a la diferencia, considerada sexista y genital.

Desde esta perspectiva tiene interés conocer la aportación de Sandrita alma libre, un disidente trans, que se dice no queer, luego de haberse sometido a una vaginoplastia (considerada exitosa) se declara homosexual y reclama su condición y su derecho a vestirse de mujer sin que ello suponga una eliminación del sexo biológico cuya consideración acepta, por ejemplo, en el uso de los baños reclamado por algunas feministas.

A su juicio, lo esencial es ir a la raíz del problema, tener en cuenta que la verdad duele, que no se nace con un cerebro azul o rosa, y que la orientación sexual es muy compleja, resultado de una historia particular, de acontecimientos singulares, de maltrato,y otros factores que condicionan el odio al cuerpo propio. Muy crítica con los ciegos protocolos no oculta su malestar y confiesa seguir sufriendo disforia.

Ahora bien, si un sector del feminismo había declarado junto al estallido del género el final del amor romántico, la lectura social digital está propiciando su resurgir apabullante entre una población mayoritariamente femenina entre los 13 y 24 años. Escritoras hispanoamericanas jóvenes protagonizan este boom que las editoriales se disputan.

El amor, lejos de ser una estafa como pretenden sus desengañadas detractoras, es el medio por el cual establecer la relación que no existe, es el nudo posible entre los semblantes, por ello se asocia a la poesía, a la escritura. Quizás esta “revolución” generada por el Romanticismo Wattpad sea un indicador de que estamos llegando al hastío ocasionado por la extinción de la intimidad en favor de la sexualidad pública y por la exhibición desenfrenada y obscena del porno.  El espacio de la lectura no es estridente, requiere del silencio. Y la demanda femenina, una vez más, hace presente el deseo de Otra cosa.