Homenaje a Jacques Lacan

Madrid, 30 de septiembre de 2011, por Vilma Coccoz.

Me gustaría rendir homenaje a Jacques Lacan, mi analista.

Me gustaría rendir homenaje a Jacques Lacan, mi maestro.

Me gustaría, en fin, decir de Lacan, que fue mío.

Cuando, en el mes de abril del año 1981, atravesé los mares para buscar una vida mejor, una vida sin dictadura militar, Lacan aún vivía y aún era posible conjugar el verbo en posesivo, aún podía soñar con ir a su seminario…

Hoy hubiera podido decir: yo lo escuché, yo lo vi…

Pero no le conocí.

Sin embargo, tengo un recuerdo imborrable del día en que Lacan murió.

Por esas cosas de la vida, en esas fechas, compartía la vivienda, en mi querida ciudad de Donostia, entre otros, con un analizante de Lacan. En la mañana del 9 de septiembre de 1981 sonó el teléfono. Atendí. Desde la redacción del periódico El País solicitaban urgentemente una nota necrológica de mi compañero de piso. Él no estaba en casa en ese momento. Tuve el desdichado privilegio de darle la noticia. Como Hamlet, pude captar el valor del objeto perdido cuando él, cual Laertes, gritaba su pérdida. Caminaba por la casa, desesperado, diciendo: «Lacan, Lacan era un santo».

Desconcertada por esa única frase enunciada en el dolor, e ignorante aún de qué significaba semejante epíteto, lloré mis jóvenes lágrimas de recién llegada, lágrimas anónimas de una analista en formación.

Han transcurrido treinta años. Hoy puedo hablar de miLacan.

Estoy persuadida, gracias al Seminario V, que miLacan es un objeto metonímico, y que puede formar parte de un witz. Freud comparaba el hallazgo del chiste con la creación poética, y Miller subraya que es la formación del inconsciente en la que el goce no es autoerótico, sino social. En este caso, pues, el complemento directo es el nombre del objeto agalmático con el cual los pronombres personales pueden añadirse un pedazo del ser al declarar: soy lacaniano, es lacaniano, somos lacanianos.

Mi Lacan, tu Lacan, su Lacan, nuestro Lacan, vuestro Lacan, su Lacan (el de ellos).

MiLacan no sería sin suLacan.

MiLacan es el nombre de mi transferencia con el psicoanálisis. Y esta transferencia crece cada día, porque cada día aprendo algo nuevo de la lectura de mi inconsciente, porque cada día surgen novedades en mi práctica como analista.

Cada día encuentro. Como cada día busco, porque encuentro, la falla del inconsciente: «La estructura del inconsciente es fallar».

Esa lectura del inconsciente y de su existencia en el discurso analítico al que dedico mis energías, es posible por haber recibido una orientación de mi-leer. Miller, mi- en francés, a medias, me enseñó a leer a Lacan, y a hacer, de su discurso, el mío. Ahora puedo hacer oír mi voz en la coral analítica, una coral que no se avergüenza al reconocer la deuda inmensa que tenemos con su trabajo, una comunidad que considera un honor participar en su movimiento y distinguir la excelencia, el ejemplo, en su nombre, en la persona de Jacques-Alain Miller, y en suLacan.

Entre los pasajes de miLacan que me han marcado a fuego elijo el que contiene el nudo de mi transferencia con su Cosa Freudiana, la de Lacan: «El descubrimiento de Freud pone en tela de juicio la verdad, y no hay nadie a quien la verdad no le incumba personalmente».

Ilustración: Ilaria Urbinati.