La batalla del trauma

Es un hecho conocido que en torno a la noción de trauma y su dimensión clínica giró la invención del psicoanálisis.  Es menos conocido que en torno a dicha noción se decide el futuro de los practicantes en diferentes áreas de la clínica. Parafraseando a Eric Laurent, estamos ante la batalla del trauma.

Al leer la carta Nº 69 de Freud en donde formula a Fliess su célebre juicio: “Ya no creo en mis neuróticas/os” como un point de capiton sobre la carta 52, comprobamos que la invención del psicoanálisis se anuda a la localización de lo real, calificado por Lacan como “inasimilable” o “imposible de escribir” y cuyas huellas encontramos en el texto freudiano.

“Como sabes -escribe a su amigo- estoy trabajando sobre la presunción de que nuestro aparato psíquico se ha originado por un proceso de estratificación: el material existente en forma de rasgos mnemónicos experimentaría de tanto en tanto un reordenamiento de acuerdo con nuevas relaciones, en cierto modo una transcripción.”[1]

En el primer esquema tópico de dicho aparato concebido como un sistema de escritura de signos, distintas x se ubican en las instancias; advertimos que en Signos de la percepción hay cuatro (y en orden), uno más de los que se encuentran en el polo de la Percepción. Un plus se añade y en el Inconsciente figura como un elemento ubicado en otro lugar, como caído del resto (las otras tres x), una marca intraducible al sistema Preconsciente y a la Consciencia (en ambos aparecen tres).

Notamos la dificultad de Freud para situar la inscripción del trauma y su represión en la dimensión de causalidad sexual de los síntomas, el faro de su exploración. En la carta 52 mantiene una interrogación cuando se topa con “la imposibilidad de traducción.”

En la carta 69 esa dificultad se precisa: debido a la puesta en cuestión de la verdad del trauma -que será sustituida por la hipótesis del complejo de Edipo como matriz interpretativa del atentado sexual, relativizando su facticidad- Freud constata “…algo imposible de recordar que no se traduce ni en el más confuso estado delirante.”[2]

El hallazgo de esa imposibilidad justifica que “…tenga más bien la sensación de un triunfo que de una derrota.”[3] Porque esta verificación coincide con la autorización a la práctica de un saber nuevo que incorpora una falla intrínseca a la libido vinculada al lenguaje y que deberá ser explorada en la experiencia singular de la asociación libre de cada analizante.   

Es el fin del método fundado en el recuerdo del trauma cuya grandeza se anticipa en la carta 54, en estrecha dependencia de un cambio en su posición: “No fracasaremos: es posible que en el lugar del estrecho que buscamos, hallemos océanos cuya exploración completa habrá de ser emprendida por quienes nos sucedan; pero si los vientos no nos hacen naufragar prematuramente, si nuestra constitución lo resiste, llegaremos: Nous y arriverons.”[4]

El “giro de los años 20” otorgaría al trauma una nueva consideración en el psicoanálisis que culmina con la elaboración de la Segunda tópica donde Lacan apoyaría más tarde su distinción entre automaton y tyché[5] cuya profundización concluye en la distinción lógica entre lo que se escribe y lo imposible de escribir en la estructura del parlêtre.

Gracias a las precisiones que nos brinda la enseñanza de Lacan -los fundamentos de la clínica- estamos en condiciones de llevar adelante un discurso crítico respecto a las distintas concepciones del trauma que circulan actualmente en el tratamiento de las catástrofes, los atentados, el maltrato, los abusos, etc.[6]

Por ejemplo, la que se está imponiendo con el nuevo modelo de salud mental cuyo fundamento se conoce por la Sigla PAS (poder, amenaza y significado), y en donde es fácil reconocer interpretaciones sesgadas de las contribuciones analíticas. Este da lugar a un “modelo de recuperación” de los pacientes que da la voz a las víctimas, recibiendo el aval de muchos psiquiatras que, confesando su ignorancia, propugnan una nueva antipsiquiatría.  En ocasión de unas jornadas de Salud Mental que tuvo lugar en Madrid, una de estas personas (PAR: afectados por experiencia) sostuvo que Freud, cobarde ante la presión de la aristocracia vienesa, convirtió los traumas reales en fantasías.

No se nos escapa la dimensión política que adquiere esta proclama y el movimiento que, en sus orígenes, dio lugar a una contundente respuesta por parte de Lacan en su texto D’une reforme dans son trou,[7], lo nombró “sociatría”.

¡Un nuevo combate por la Causa Freudiana está en juego!


[1] S. Freud, Carta 52 en Los orígenes del Psicoanálisis, O.C. Tomo III Biblioteca Nueva. Madrid. 1973; pág. 3551

[2] Carta 69, en Los orígenes del psicoanálisis, Op. cit. p.3579

[3] Ibídem, p. 3580.

[4] Ibídem, p.3557

[5] J.Lacan, Seminario XI Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires. 1989. P. 61

[6] V. Coccoz, Clínica del trauma, en Nuevas formas del malestar en la cultura. Grama. Buenos Aires. 2021

[7] J.Lacan, D’une reforme dans son trou, En La Cause du désir nº 98, Folies de la civilisation.