El misterio de la sexualidad no se despierta en la infancia sino como una derivación de la pregunta -verdadero acicate para el pensamiento-, relativa al origen del ser y que Freud nombró el enigma de la esfinge. Auténtica conmoción ocasionada por la amenaza de las condiciones de existencia, convoca una respuesta singular y se traduce por un consentimiento o rechazo a la dimensión de la palabra[1], justamente allí donde “ese ser es absolutamente inaprensible”. Un ser cuya existencia depende del Otro, es “un ser sin ser”, está obligado a pasar por el símbolo para sostenerse afirma Lacan; de ahí que cuando nos topamos con el vacío de respuesta, éste pueda duplicarse y distinguirse y él nos enseña a escribirlo así: ser-para-la-muerte y el ser-para-el-sexo, ambos “anudándose en el misterio”.
Porque, aunque son marcas impresas en el registro de nacimiento[2], es en el curso de la existencia donde se jugará la partida, como indica la preposición “para”, sugiriendo una indeterminación remitida al futuro, pero, a la vez, una imposición que actualmente, y en el caso del sexo, puede ser impugnada, como es el caso de transexuales, transgénero e intersexuales. Nadie puede decirlo de antemano, y así lo demuestra el discurso analítico: entre la vida y la muerte del ser hablante interviene “esa relación perturbada con el propio cuerpo que se denomina goce”[3] y en cuya intrusión enigmática se destaca lo más singular de cada uno, experimentado como una necesidad del ser -actualmente promovida como identidad- en el discurso, y que va más allá de la biología.
Recientemente se ha conseguido en algunos países demorar la inscripción del sexo en favor de las personas nacidas con una ambigüedad corporal evitando así la apropiación de una decisión que hasta hace poco tiempo quedaba en manos del médico y los padres.
Diferente es el caso de la transexualidad, catalogado por el DSM en los años 80 como un trastorno mental definido como “disforia de género” y que, en los últimos años, gracias a la lucha de este colectivo, se está consiguiendo desvincular del paradigma médico, como lo explica Miquel Missé, entendiendo que “la patologización de la transexualidad fomenta el estigma hacia estas personas y atenta contra los derechos fundamentales del individuo (el derecho a la libre expresión de género principalmente…)”[4]
El enigma de la sexualidad en la infancia se reformula actualmente en forma de misterio transgénero a partir de los niños y niñas que declaran una identidad en desacuerdo con su anatomía. Esta novedad ha inaugurado un campo de investigación de la clínica de la infancia, porque, si bien el psicoanálisis descubrió la importancia de las identificaciones en la formación de la subjetividad, -y siempre teniendo en cuenta que no somos islas, que “no hay sujeto sin Otro”, según reza el axioma lacaniano[5], esta temprana autodenominación del género requiere precisiones de gran alcance ético.
En la medida en que se produce “una inmixión del adulto en el niño” según Miller, surge una anticipación en sus comportamientos de aquello que en los adultos designamos como hombre o mujer y cuya diferencia se establece a partir del semblante,[6] en el modo de presentarse al mundo. Como bien señala Daniel Roy, es un hecho que el niño será distinguido y va a distinguirse como chica o chico en función del semblante constituido de la edad adulta, pero que responde a otra lógica y a otra economía de goce que aquella que prevalece en la infancia.[7]
[1] Evidentemente no es producto de una deliberación consciente sino de una “insondable decisión del ser”; Lacan incluye a los autistas como seres de palabra y precisa que, en ellos, a ese nivel, “algo se congela.”
[2] Nacido: condenado a muerte según algunos crucigramas.
[3] J. Lacan, Seminario XIX: …o peor. Paidós. Buenos Aires. 2011. Pág. 41
[4] M. Missé, Transexualidades, Otras miradas posibles, Egale editorial. Barcelona. 2013. Pág. 18
[5] Lo cual determina que la psicología individual sea, a la vez, social según Freud.
[6] “Si nos atrevemos, cosa que se hace todos los días, a señalar a nuestros partenaires por su sexo, es patente que tanto el hombre como la mujer aparentan (font semblant), cada uno en ese rol.” J.Lacan, O peor, Ob. Cit. Pág.68
[7] D.Roy, Quatre perspectives sur la différence sexual, Textos de orientación a las Jornadas La sexuation des enfants. institut-enfant.fr