Entrevista en la revista Registros. 2017.
1, ¿Hay una caída del deseo sexual en la época? ¿Qué puede ofrecer el análisis frente a ello?
2. ¿Podemos decir que el deseo del analista se aggiorna con la época?
1- El tema es tan importante como difícil de cernir adecuadamente porque una valoración precisa supondría contemplar a la vez, los múltiples factores que intervienen siendo por lo tanto imposible reunirlos en un pantallazo. Nos encontramos ante un cambio profundo de la civilización y podemos notar hasta qué punto se nos escurren los argumentos al captar la insuficiencia de los elementos de análisis con los que intentamos aprehender una realidad en constante movimiento y aceleración.
Dos películas recientes, realizadas por jóvenes directoras y protagonizadas por jóvenes de uno y otro sexo ilustran desde una perspectiva muy lúcida algunos de los factores sin duda decisivos en los cambios que se están operando en la subjetividad y, en concreto, nos dan pistas respecto a la manera en que el deseo sexual resiente la magnitud de tales transformaciones.
Dos pelis muy actuales
Park, opera prima de Sofía Exarchou transcurre fundamentalmente en las ruinas de los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004, metáfora dolorosa del mundo como espectáculo en el que se han invertido millones y de los que permanecen sólo despojos destartalados. En las antípodas de las ruinas de la Grecia Clásica, en cuyos escenarios se puede disfrutar aún hoy de la puesta en escena de aquellas tragedias que hicieron vibrar y maravillarse a los contemporáneos de Esquilo.
Los jóvenes que se dan cita en las ruinas de la crisis griega no tienen casi referencias familiares, no están adheridos a sus móviles o tablets; son seres en los márgenes del discurso, sin bienes, sin referencias, desarraigados y solos. Deambulan, compiten, se violentan entre sí. No forman una comunidad, ningún rasgo les reúne, sólo el vacío que comparten y en el que habitan sin conseguir nombrarlo.
Dimitri, el principal protagonista y en torno a quien se teje la trama no puede compararse a un héroe trágico preso en las redes de la implacable Até; él es un joven sin destino y sin atributos. Su madre duerme en el sofá medio ebria con la tele encendida o se acuesta con el amante fortachón quien, a su pedido, intentará enseñarle al joven el oficio de pulidor de mármoles. Sin éxito, Dimitri no es rudo, no sirve para ese trabajo y poco después se lo quita de encima con escusas, un saco de ropa usada y un billete.
Pero Dimitri no aprenderá ninguna lección de tal experiencia, su respuesta será vengarse de forma miserable y dilapidar el poco dinero obtenido en una salida con Anna, la chica con quien mantiene relaciones; sin que entre ellos llegue a construirse nada parecido a un idilio amoroso. Una sola vez hablaron del futuro, llegando a expresar él su deseo de marcharse, pero sin llegar a concretarse en un proyecto vital ni en una propuesta hacia ella. La ferocidad con un turista indefenso al que le arranca bebidas y dinero le confronta súbitamente a su odio mezquino y absurdo cuando, horrorizado, llega a pensar que el inglés ha muerto por una mala caída provocada por su ataque.
En las ruinas, por la mañana, los otros muchachos se ríen de uno que hace bobadas, luego festejan una riña, una más, sin argumento, en un día parecido a los anteriores y a los que vendrán.
La película People that are not me de la israelí Hadar Ben Aroya gira en torno al drama amoroso de Joy, una joven abandonada por su novio a causa de un daño que ella le ha infligido, que no se desvela en ningún momento del film. En el comienzo graba amorosos mensajes confesando su dolor, reclamando la presencia y la respuesta que no llega. Más tarde sale a la búsqueda de consuelo en otros brazos y en otras camas, en una huida hacia adelante atolondrada y estéril. Una relación afectiva parece iniciarse con uno de los muchachos, como consecuencia de haber coincidido varias veces.
Ella le advierte del fracaso del encuentro con otro chico en razón de su desconocimiento de autores importantes para él, como Hanna Arendt. El le deja claro que no desea compromisos, confesando sin pudor su narcisismo, le ocurre con frecuencia que las chicas queden prendadas de sus atractivos. Ella le espetará su despreciativo juicio, acusándole de patético. No sólo eso, llegará a ridiculizarle en presencia de otras chicas -una de ellas antigua novia de él-, aludiendo a sus dificultades como amante.
Joy continúa dando tumbos hasta el momento en que irrumpe en la casa del ex novio y se mete en su cama, resistiendo al rechazo del muchacho quien, ya despierto, la descubre agarrada con todas sus fuerzas a su cuerpo sin conseguir quitársela de encima. Como si en ese abrazo desesperado actuara una verdad sin palabras, esperando apaciguar en el cuerpo del otro su tan ignorada como femenina necesidad de ser amada para recibir un nombre de su ser de mujer.
Nuestra reflexión
Ambas películas son ejemplares en cuanto al tema que nos ocupa. Park, porque el deseo, definido por Lacan como falta en ser, necesita de la fuerza de una causa para activar la búsqueda de un proyecto personal en el cual pueda incluirse la construcción de un partenaire. Desbastada la dimensión simbólica, despojado el campo del Otro de Ideales, ni siquiera adheridos a los señuelos de la tecnología, se reduce el movimiento a una búsqueda desorientada de algo de dinero y de la presencia de chicas que bailen exhibiendo sus curvas. Es el desierto, el presente crudo y sin perspectivas, de jóvenes vidas carentes de fuerzas para la insurrección; la insurgencia depende de una construcción discursiva y de un lazo colectivo, efecto de un sentido compartido, impensable para ellos.
El deseo sexual, desgajado de la problemática del ser, queda entonces reducido a la práctica del sexo, en la que muchos jóvenes sustentan la esperanza de resolver la inquietud existencial que ocasiona el lenguaje en los seres hablantes. Pero el encuentro de los cuerpos no suministra una respuesta atinada y tranquilizadora, despertando muchas veces aún más violencia por una incomprendida frustración que se descarga entre los pares, o destruyendo las cosas. En Park los muchachos se traicionan y atacan ferozmente entre ellos; también, en un momento paroxístico, desatan su furia ciega en una especie de aquelarre contra los signos del negocio capitalista del deporte, en donde ya no puede figurarse ningún culpable, ningún amo injusto que justificara una rebelión.
La casi total ausencia de adultos es elocuente, no hay personas responsables ocupados de sostener a los desamparados sin Otro, ofreciendo una alternativa al atroz sin sentido. En la zona entre dos muertes desde donde Antígona reclamaba la humanidad que dicta enterrar a los muertos, esta vez, y sin el lamento trágico, ellos son los muertos vivientes, víctimas del más terrible desamparo en la galera del siglo XXI.
La protagonista de People that… presenta el semblante de una chica muy actual, verdadero ejemplo de una ideología igualitaria. Envuelta en la rivalidad imaginaria con los chicos, el saber ya no constituye un acicate para ella, al contrario, se niega a reconocer su falta e interesarse por el saber del otro, -clave en la identificación histérica- despertando su deseo para tejerlo en la trama de la intriga. El saber ya no produce efectos de histerización.
Su ofensa ante el sutil rechazo del joven seductor la lleva a atacar el semblante de él ante las otras chicas con la vana esperanza de congeniar con ellas degradando el semblante de él, pero tampoco estando solas, entre ellas, su inquietud disminuye.
Deseo y fantasma
El descubrimiento de Freud reveló el carácter singular del deseo en el ser humano, condicionado por el fantasma en el cual se articula a un objeto mediante una prohibición o una limitación, enlazándolo a la función de un tercero –muerto, perjudicado, otra mujer… La necesidad de la Trinidad en el ser hablante no está en el cielo ni es santísima sino bien terrenal; el valor agalmático del secreto y el velo subrayan este efecto de un más allá que adorna con su atractivo al objeto “natural”.
Una reflexión acerca de la transformación del deseo sexual supone también examinar los cambios desencadenados a partir de la disminución de los obstáculos que antes pesaban sobre la sexualidad que ha ido extendiendo poco a poco el ámbito de lo permitido. Desde la pérdida del valor de la virginidad, pasando por la admisión de la diversidad sexual (homosexuales, bisexuales, transexuales, sexo neutro), la pornografía y el mercado de las perversiones, hasta la normalización de las relaciones antes consideradas infidelidades por ser clandestinas y que reciben hoy el irónico calificativo de “poliamor”
La expectativa de tener un hijo como símbolo del don fálico se encuentra también en entredicho a partir de la posibilidades que ofrece la ciencia a las reacias a recibirlo de un hombre. Los encantos de la soledad y la eventual renuncia a la maternidad asumida por muchas mujeres que se niegan a la procreación, así como las experiencias de las llamadas malas madres o madres “arrepentidas” contribuyen a destacar el carácter de semblante del atributo viril y vienen a confirmar que la realización de una mujer puede excluir el ser madre.
Tampoco se puede desconocer la influencia de la producción industrial incesante de señuelos que ofician como una complementación de la falta, un intento de saturación del deseo mediante el consumo de imágenes y objetos-anzuelo. En estricta correspondencia con el estado alicaído del falo como significante del deseo, entronizado como falo imaginario, símbolo del poder, las fotos y vídeos que reciben una aceptación por las redes sociales parecen despertar el interés de los jóvenes en desmedro de las relaciones reales.
Se añade a ello la progresiva dilución de la diferencia entre los semblantes sexuales; los modelos actuales de trabajo son unisex, ya no existen prácticamente funciones masculinas, vinculadas a la fuerza, a la acción y muchos jóvenes cifran su atractivo en un semblante de fortaleza viril construido durante horas de gimnasio y fotografiado debidamente para lucir tatuajes y músculos como reclamo del interés sexual.
Sin olvidar las aplicaciones que facilitan el “tener sexo” accesible y cómodo, en encuentros fugaces y a la vuelta de la esquina. La profusión de publicaciones dedicadas a mejorar las técnicas para alcanzar el orgasmo prometen un ansiado desahogo para las tensiones que despierta la oferta del hipersexo.
La insatisfacción, motor del discurso
Lacan nos ha enseñado hasta qué punto, en diferentes momentos, en el curso de los tiempos, ha sido la insatisfacción, la demanda de las mujeres la que ha propiciado grandes cambios culturales en lo relativo al amor y al deseo sexual. La invención del amor cortés, la mística, el movimiento de las Preciosas…. hasta el momento en que colocando el amor en el centro de la reflexión ética, hicieron posible la invención de Freud, interesado por lo que tenían para decir esos “piquitos de oro”
Ya empiezan a darse a conocer algunas señales de que la demanda femenina manifiesta su insatisfacción ante el estado de cosas antes descripto. La iniciativa de la hija de Carolina de Mónaco, Carlota Casiraghi, laureada en filosofía en La Sorbona y nacida en la cuna del lujo hace gala de un renovado interés por el saber, más allá de su cuerpo bonito, convocando la conversación erudita, como si una búsqueda del falo simbólico, eje del deseo como falta en ser buscara abrirse paso en el silencio insoportable de los cuerpos destronados de la poesía amorosa y del cortejo.
El psicoanálisis lacaniano se perfila como el único discurso que puede reconocer y propiciar las nuevas búsquedas de las mujeres que se saben ya por fuera de un conjunto universal, que han renunciado a la búsqueda del padre o a su otra cara, a su defenestración y a la reivindicación identitaria e igualitaria. La práctica analítica se ofrece como un refugio para los cuerpos despojados de las investiduras del ser que ensayan actualmente otras hábitos donde alojarse en el cultivo de la diferencia con los hombres. En los diferentes dispositivos de socorro a la subjetividad desamparada la práctica analítica propicia y promueve la semblantización de lo real, único camino para la dignificación del amor, en su eminente función humanizadora, la de permitir al goce condescender al deseo, limitando su –si no- inevitable desvarío.
2- El deseo del analista es un operador lógico, una función del discurso analítico y como tal se efectúa en cada lugar en donde un psicoanalista interviene favoreciendo el rescate de la subjetividad amenazada, haciendo realidad el principio lacaniano: No hay sujeto sin Otro.
El discurso analítico depende de la configuración de los otros discursos, y actualmente debe tomar en consideración los imperativos del amo representado por la ciencia y sus derivados tecnológicos en el mundo capitalista, con su creciente diseño de la vida mediante algoritmos.
Es posible prever que, una vez asqueados y hartos de ser tragados por la voracidad de las pantallas que capturan el interés con tentaciones de la realidad virtual, eso se detendrá y los hombres pasarán a ocuparse de cosas serias. Así lo vaticinaba Lacan, anticipando un resurgir temible de la religión. Habrá entonces ocasión para aplicarse nuevamente a cultivar la articulación entre la verdad y del saber en una nueva reconfiguración de los discursos.
Jacques-Alain Miller ya ha dado los primeros pasos al proponer que el psicoanálisis se inmiscuya en la política y tome parte activa y pionera en el resurgir de la República de las Letras. Porque depende del modo de aggiornarse en torno a la función del saber y la verdad que el psicoanálisis pueda sobrevivir consiguiendo estar a la altura de las respuestas requeridas por los interrogantes apasionantes que suscita el mundo moderno.