Breve manifiesto lacaniano

Lacan nos brinda el marco para la reflexión

Manifiesto. Así nombra Jacques-Alain Miller el texto Acerca de la causalidad psíquica. Escrito en 1948, traza la línea divisoria entre medicina y psicoanálisis a partir de la consideración ética impuesta por la clínica de las psicosis. Frente a la noción de déficit funcional y tomando en cuenta la experiencia subjetiva, los fenómenos, vividos enteramente por el enfermo en el campo del sentido, revelaban Otra causalidad, distinta de la postulada por Henry Ey en su “organodinamismo”; eran signos de una insondable decisión del ser.

Veinte años después, en el 69, Lacan escribe lo que podemos considerar como su epílogo.[1] Esa vez toma posición ante la reforma que vendría a distinguir  neurología y psiquiatría en el interior del campo de la medicina; una operación digitada en la universidad y facilitada por el pasaje del saber al estatuto de mercancía. El texto revela una verdadera topología política: localiza la imposible frontera entre ambas especialidades médicas y descubre, al situar el cerebro como una “encrucijada” derivada de ese lugar incierto, la producción de un agujero cuyo movimiento incesante, su atroz remolino, iría engullendo con el tiempo cantidades ingentes de “personal, construcciones y dinero.”

Una jerarquía paradójica se perfilaba de esta guisa, entronizando la investigación científica y dejando en manos de la sociatría[2] ejercida por técnicos “incompetentes” (así les nombra Lacan) su garantía; ellos prescribirían las drogas (testadas “científicamente”) cuyos beneficios iban a sustentar la búsqueda del Santo Grial.

Singular clarividencia, Lacan anticipaba la situación en la que nos encontramos cincuenta años después, en la época post DSM, celebrada por algunos como un cambio de paradigma en la salud mental.

Muchos factores se conjugan actualmente. Entre ellos, y no es menor, el factor c. Aún con algunas diferencias entre las comunidades del Estado español, la operación iniciada en la Universidad durante la transición democrática llegó a impregnar la lengua común de lenguaje cognitivo en alianza con un neocódigo empresarial aplicado a la psicología que haría las delicias de Víctor Klemperer[3]. Expresiones como “no gestiono bien mis emociones”, “debe aprender a gestionar su agresividad”; “debería ser más asertivo” refiriéndose a alguien y de “optimizar recursos”, “ejercer liderazgo” en el ámbito laboral, además del uso y abuso del término control o negociación en lo relativo a las relaciones interpersonales, son a tener en cuenta cuando analizamos el estado de los discursos en la actualidad. 

Recluido el psicoanálisis en España durante los oscuros años del franquismo en los feudos de la IPA y de algunas universidades católicas, durante la transición democrática y en aras de una pretendida psicología científica se fue consumando la forclusión de la lengua freudiana que se había empezado a hablar durante la República.

El psicoanálisis, extraterritorial durante décadas, se hizo presente como acción lacaniana de la Escuela en el período en que funcionaron los CPCTs, que obtuvieron una importante repercusión social debido a la injerencia en los debates sobre salud pública y educación, aunque al final su sostenimiento suponía un alto precio y para evitar una deriva indeseable fue necesario tomar la decisión de cerrarlos.  

Pero de esa breve experiencia hemos obtenido grandes enseñanzas y hemos aprendido a tomar en consideración los condicionantes de cada época que intervienen cuando pretendemos insertar en lo real la extimidad propia del discurso analítico derivada de la articulación del psicoanálisis puro al psicoanálisis aplicado. Una especificidad rigurosa impide que la práctica analítica se asimile a la masa informe de las psicoterapias.

Por otra parte, la labor de los analistas en relación al autismo en todos los frentes logró contagiar Otra manera[4] de atender al sufrimiento subjetivo con una clara incidencia más allá del ámbito de las consultas y de nuestros emplazamientos para la formación y la transmisión. El impulso inicial de Judith Miller para la realización del Primer Foro Internacional sobre autismo en 2010 vino a coronar ese movimiento que en 2018 convocó el tercero de la serie. En 2017 un Seminario Europeo sobre Buenas prácticas, más allá de los protocolos albergó durante tres días en Zaragoza una conversación entre afectados, familias y practicantes orientados por el psicoanálisis provenientes de distintos países europeos.

Lo nuevo, pero no tanto…

Mientras tanto, en los años posteriores a la reforma psiquiátrica en los que las esperanzas de aplicación de un código compartido para el diagnóstico de enfermedades mentales se han evaporado con el fracaso del DSM5.  Según la exposición de Eric Laurent en su conferencia El final del DSM y el futuro de la clínica, dicho fracaso, acontecido en el año 2013, apareció como el índice de la profunda crisis epistémica del proyecto de inspiración lógico-positivista que pretendía una coherencia total en la clasificación de los trastornos mentales. Con el propósito de acabar con la babel de cada región, proponiendo unas categorías clínicas perfectamente diferenciadas y siguiendo un modelo botánico, su error fundamental ha sido claramente expuesto por Ian Hacking, al localizar “lo no pensado” de un sistema ideado con una voluntad de univocidad.

La separación provocada por este sistema fallido entre practicantes e investigadores,  entre los científicos y los operadores-, faltaba el principio organizador. El filósofo detecta el agujero al que hacía alusión Lacan.

No hay nada para reemplazar ese sistema afirma Laurent. Aunque en la lengua administrativa se sigue utilizando para la gestión en lo relativo a seguros, o en casos judiciales, etc., en el campo de la clínica se ha manifestado claramente la puesta en duda de las supuestas evidencias científicas.

Al tiempo que se defenestraba ese modelo se ha venido gestando una marea social que desembocaría en un nuevo modelo bio-psico-social para la atención en salud mental cuyo significante amo es recuperación. Una respuesta al clamor de las “víctimas de la psiquiatría” y de la actuación protocolarizada fue ganando terreno al tiempo que los afectados, al igual que otras minorías, promueven la “normalización del trastorno mental”, incitando a los aquejados a volverse “visibles”,  a “salir del armario” proclamando su “empoderamiento” llegándose incluso a celebrar el “Día del orgullo loco” e impulsando a presentarse sin temor como “colectivo loco”  para difundir sus actividades y luchar contra el estigma a partir de información veraces derivadas de los testimonios.

Recientemente ha tenido lugar en Toledo el VII congreso mundial de “escuchadores de voces.” En estos cónclaves ya se prescinde del concepto de alucinación, ampliando la incidencia de las vivencias sufridas a personas no psicóticas, y que pasan a denominarse entonces “experiencias psíquicas inusuales.” Se pretende así eliminar las “etiquetas” en favor de la consideración de personas con discapacidad psicosocial, bregando por la admisión de la diversidad funcional frente a la monofuncional.

Las redes sociales colaboran en la difusión de contenidos escritos por los protagonistas, quienes día a día comentan sus vidas y circunstancias, en muchos casos haciendo mención explícita a la Convención sobre Derechos de las personas con Discapacidad de Naciones Unidas. Algunos nombres de estos colectivos hacen referencia de manera creativa y graciosa, a la exclusión social que se intenta corregir: Activa-ment, Flipas GAM, Saldremos de esta, Ins-piradas, Flip-Arte….

El creciente número de webs dedicadas a las denuncias por los atropellos sufridos así como a la organización y difusión de actividades para los afectados y sus familias ha redundado en algunos beneficios para el propio sistema, dado que el impacto de la puesta en común de experiencias favorece la empatía y el lazo entre las personas.  En muchos casos, disminuye la rebeldía a la medicación, cuyos abusos son considerados un mero asunto de comercialización y de “indigencia intelectual” respecto a sus efectos en los pacientes.

Daniel Flichtentrei asienta su crítica a este tipo de práctica a la que denomina “polifarmacia enardecida”, la cual, estableciendo correlaciones abstractas y dejando de lado el contexto de la intervención, privilegia un modelo homeostático, considerando como un desvío todo defecto sin contemplar la mayoría de las variables que son alostáticas; los aspectos prácticos, experienciales, afectivos, significativos y valiosos en la vivencia del usuario.

Por su parte, los psiquiatras insatisfechos con el modelo biologicista se han convertido en aprendices y facilitadores de la lucha de los activistas a quienes de buena gana invitan a participar en su labor destinada a “externalizar la rehabilitación” y cuya estrategia supone compartir esfuerzos con asociaciones, centros privados o concertados.  El fracaso estrepitoso del uso exclusivo de la farmacología, unido a la consolidación de una psiquiatría “aconceptual” según la expresión de Guy Briole, degradada en psiquiatrería, según la expresión de Lacan por desestimar la formación clínica, antiguamente muy rigurosa.

El oportunismo de los poderes al acecho, quienes sometidos tanto a la evidencia del creciente aumento del padecimiento mental como a las exigencias de austeridad que impone prescindir de especialistas, pudiendo apoyarse la rehabilitación sólo en los llamados “técnicos” viene a cerrar el círculo de prescindencia de los psiquiatras. Se promueve entonces la institución de una nueva forma de compromiso denominada “gobernanza”, con el objetivo de conquistar un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado a partir de la producción colaborativa entre iguales.

Los activistas, denominados PAR (expertos/as por experiencia) a través del impacto de sus testimonios, obtienen el crédito suficiente para la promoción del nuevo modelo cuyo marco teórico para pensar el sufrimiento mental, se resume en la sigla PAS: poder, amenaza y significado. Esta tríada da forma al patrón que distingue la reacción de defensa de la persona al trauma, ocasionado por el significado amenazante que pudo adquirir una determinada relación en la que se experimentó un abuso de poder. Relativizando el valor del síntoma y del diagnóstico, toma en consideración el proyecto vital afectado, el que se trata de “recuperar” evitando la exclusión social que ratifica el estigma. El modelo biológico y genético pierde fuerza en favor de una consideración social del sufrimiento y, mediante una terapéutica a través de la palabra, se le da ocasión de “hablar en primera persona.”

El objetivo es “cambiar el relato” de los afectados, facilitar su comprensión y el perdón con vistas a construir un mundo mejor.

Una de las figuras destacadas en este movimiento, inglesa, llegó a decir en unas recientes jornadas que Freud habría llegado a desestimar sus descubrimientos, -que en la base de la patología se encontraban los traumas derivados de los abusos sexuales y psicológicos- por estar sometido a la aristocracia vienesa, viéndose entonces obligado a convertir esos hechos en meras fantasías. Hace falta valor para emitir un juicio semejante, revelador de la ignorancia y de la mala fe que asoma cuando la pereza intelectual gana la partida.

Cerebro, sobre todas las cosas!!!

Y es que el agujero al que Lacan hacía referencia, sólo puede ser tratado desde el discurso analítico y requiere por lo tanto que uno se tome la molestia. A falta de lo cual, y en medio del vértigo que produce la dilución de todas las categorías, vuelve a invocarse la garantía del cerebro como evidencia científica de que los traumas dejaron secuelas reales. El proyecto BRAIN, ideado por el neurobiólogo español Yuste está consiguiendo sumas astronómicas para sus investigaciones. Impulsado por el ex presidente Obama, recibió el aval de los dos partidos mayoritarios estadounidenses, rendidos ante el argumento económico que mentaba los beneficios obtenidos con el proyecto Genoma.

Tal y como Yuste ha confesado en algunas entrevistas,  el impulso personal a la realización de sus búsquedas lo recibió de un regalo que recibiera de su padre cuando era pequeño (una biografía de Ramón y Cajal), del sufrimiento de un familiar esquizofrénico y el de sus próximos, a lo que vino a añadirse la experiencia de la impotencia como residente, cuando pudo comprobar la inteligencia poderosa de algunos enfermos mentales considerados “peligrosos”, como aquél paranoico que llegó a fabular con matar a su padre (el de Yuste). Este individuo habría suscitado en él la pregunta de si esa inteligencia, al no estar contaminada por la enfermedad, podría trabajar en metas en favor de la humanidad y no de su destrucción. Abatido por la impotencia de los psiquiatras y neurólogos, se propuso indagar la causa de “la esquizofrenia, la demencia, el alzheimer, la depresión, el retraso mental, la epilepsia y las parálisis”, es decir, eliminar la brecha entre neurología y psiquiatría. Como es evidente y Yuste lo confirma, para él la enfermedad mental es de naturaleza neurológica, cuya causa podría ser localizada en la corteza cerebral.

El código cerebral, asegura, es similar al código genético, la actividad de las neuronas escribe la actividad mental y patológica. Hasta ahora sólo se había podido acceder a la actividad de las neuronas mediante electrodos; en cambio con nuevas técnicas ópticas se han podido observar que una neurona, al activarse,  –momento denominado “disparo”- conecta con miles de otras. La mala noticia, admite, es que no sabemos descifrar el código, ni predecir el momento del disparo. Si lo conseguimos podremos ver esa actividad como si de una película se tratara, ése es su sueño.

Dice estar convencido de que el cerebro tiene un código que podrá ser descifrado a través de técnicas precisas. Anticipa un nuevo Renacimiento no menos que los abusos y la comercialización concomitantes, viendo la necesidad de proclamar “neuroderechos” que protejan la libertad y la privacidad de las personas, de la misma manera que ha ocurrido con el transplante de órganos y el desciframiento del genoma. (sic!) Poder leer y cambiar la actividad cerebral acarrea problemas de identidad y de dignidad; integrar en dicha operación de algoritmos (neurotecnología) reclama pues una deontología, por lo cual aboga por una nueva Declaración de Derechos Humanos.

Enclaves de la práctica

Ante el estado actual de la situación del agujero, los psicoanalistas de orientación lacaniana no pueden esperar que su autoridad para socorrer a los atrapados en la forma de su remolino actual provenga de la Universidad, sino de su hacer, de su práctica. Es el tiempo de multiplicar los enclaves lacanianos en forma de dispositivos de atención que, aunque invisibles[5], es decir, sin un espacio físico propio, se distingan en la comunidad por rescatar la subjetividad desamparada, munidos por el saber clínico construido en la lengua freudiana y que se construye en el marco del Instituto y la Escuela.

Ya existen algunos herederos de los CPCTs, la Red de la Sección Clínica de Madrid, los talleres Teadir, etc. Son lugares humildes, pero específica y claramente vinculados al discurso analítico, independientes de otra injerencia que no sea la de nuestra ética en favor de nuestra transmisión y del tratamiento del verdadero agujero que rescata al ser hablante del desvarío, el agujero del inconsciente.


[1] J.Lacan, D’une reforme dans son trou, La Cause Freudienne 98.

[2] Término inventado por Lacan para referirse a la operación de la antipsiquiatría.

[3] El lingüista que fue registrando los cambios en la lengua común según se iban operando en la época del nazismo. El lenguaje del III Reich.

[4] Evocamos el documental Otras voces realizado por Iván Ruíz y los tomos dedicados a La práctica lacaniana en instituciones I y II subtitulado Otra manera de trabajar con niños y jóvenes.

[5] Institución “invisible”: expresión de Zenoni.

Texto: Vilma Coccoz.

Imagen:  Oli McAvoy.