(Julio) 1.- “Freud. Un nuevo despertar de la humanidad”, un libro que recoge los logros del descubrimiento freudiano y su actualización por parte de Jacques Lacan y Jacques-Alain Miller. ¿Cómo te surgió la idea de escribir este libro?
Debo decir que me sorprende que no sea ésta la única ocasión en que se agrega el adjetivo “nuevo” al referirse al título del libro. Lo considero un lapsus afortunado, porque mi deseo era transmitir la novedad sin caducidad del descubrimiento de Freud. Ocurre cada vez que alguien dirige sus pasos a la consulta de un psicoanalista con la esperanza de obtener una respuesta -a través de las palabras-, acerca de las cosas serias de su vida que no van bien y respecto a las que supone una causalidad desconocida pero accesible. En el momento en que acepta volver con frecuencia a reformular su incomodidad, iniciando el camino de la rectificación subjetiva que le lleva a interesarse por su desconocida participación en el malestar del que se queja, cada vez que este acontecimiento se produce en la intimidad de una vida singular, se reedita el descubrimiento freudiano.
En palabras de Lacan, “…ni Sócrates, ni Descartes, ni Marx ni Freud pueden ser “superados” en tanto que [ellos] han llevado su indagación con esa pasión de descubrir que tiene un objeto: la verdad.”[1] Cada uno de estos nombres propios se vinculan a acontecimientos de discurso que pusieron en tela de juicio la verdad y transformaron la subjetividad, produciendo un corte insoslayable, un giro en la conformación de los discursos.
Obviamente en la última enseñanza de Lacan la dimensión de la verdad se ha visto mermada en relación a la inapelable incidencia de lo real en el ser hablante, -por definición, fuera del sentido-, sujeta a su dimensión singular y variable y, por ende, no universal, patente en la creación lacaniana del neologismo “varité”, que reúne verdad y variedad, y en la no menos importante noción de “verdad mentirosa.”
Siguiendo los desarrollos de Miller en Sutilezas analíticas[2], cuando Lacan hablaba de la verdad en su primera enseñanza, la hacía corresponder con el polo antinómico a la represión, heredera de la historia, más en concreto, del inconsciente concebido como un “capítulo censurado”. La multiplicación y la relativización de la verdad en la UEL se corresponde con la transformación de la historia en hystoria, es decir, en una historia transferencial. Esto no vuelve la verdad menos necesaria, no tenemos otra vía de acceso a lo real, otro modo de alojar lo real de la subjetividad en el discurso analítico que lo que Lacan denominó “operación-verdad.”
De forma análoga, cada vez que un psicoanalista pretende hacer una contribución respecto al saber conceptual que sustenta su práctica, no puede menos que interesarse por el modo en que fue tematizado por Freud, lo que supone transitar, para orientarse, la versión lacaniana del psicoanálisis[3], sin lo cual, nada sabríamos de lo que dijo Freud, y ello no solamente ocasionado por errores en la traducción tan penosos como el de Trieb por instinto sino debido a la distorsión y manipulación de los conceptos freudianos por parte de la IPA. No sabríamos nada de Freud sin Lacan, como tampoco sabríamos nada de Lacan sin la enseñanza de Jacques-Alain Miller, a la que no por casualidad se la asocia con el término Elucidación.
La idea de este libro surgió a partir de una propuesta de Vicente Palomera, su decisivo impulso me llevó a pensar en hacer una recopilación de muchos trabajos míos, textos, clases, conferencias realizados durante años, en los que siempre he intentado mantener un lazo con el saber freudiano, con sus textos extraordinarios, donde hallamos un tesoro inagotable. El punto de partida fue el material en bruto de esa recopilación, el libro es el resultado de su reelaboración.
(Julio) 2.- Al final del capítulo dedicado a la Interpretación de los sueños, nos indicas que el hecho de interesarnos por nuestros sueños, en el marco del discurso analítico, nos permite extraer un vector para el futuro y para la vida, “un saber necesario para andar por la vida, evitando tropezar demasiado”. ¿De qué saber se trata? (consejos, técnicas…) ¿Te parece que es éste un saber puede llegar a interesar a la subjetividad contemporánea?
Freud consideraba que en su Libro sobre los sueños se encontraba la esencia de su descubrimiento. Allí encontramos las leyes de la deformación onírica, así como la primera tópica del aparato psíquico, y la afirmación esencial respecto a la existencia, en la estructura del inconsciente, de un agujero al que denomina ombligo del sueño, el lugar donde conecta con lo desconocido, esto es, con el cuerpo. Debemos a Lacan haber extraído las consecuencias de este pasaje al distinguir en el ser hablante la articulación de dos faltas, la del inconsciente y la pulsión en las operaciones de alienación y separación del seminario XI. Más adelante se plantea la conexión de dicha estructura topológica del inconsciente con la pregunta final del capítulo VII –¿Y el valor de los sueños para el porvenir?” En su seminario Les non dupes errent, plantea que los desengañados, aquellos que no se creen determinados por el inconsciente, yerran. La alternativa propuesta por el psicoanálisis es volverse incauto de la estructura, pudiendo acordar nuestra existencia a su lógica. Este consentimiento evita demasiados tropiezos, como los derivados de empeñarse en su tenaz negación o en falaces intentos de supresión.
La experiencia de un análisis está orientada a producir un saber inédito sobre nuestro lugar en la estructura, un saber sobre la falla que ocasiona el lenguaje en el ser hablante. Por supuesto, nada tiene que ver con consejos ni técnicas, esto es, con un conocimiento previo. Es el resultado de transitar una y otra vez las dificultades con el decir, con el muro con el cual tropieza nuestro pensamiento, una forma de lo imposible que Lacan homologa a lo real, y que habitualmente nos irrita, nos pone de mal humor, dice con ironía. Se trata de ir extrayendo un saber operativo de ese tropiezo con lo insoportable, con lo imposible de pensar y de representar, ampliando sus límites que al principio son muy estrechos.
En este sentido el interés que pueda despertar el psicoanálisis en la época actual depende de la capacidad de los psicoanalistas para dar cabida en su discurso a los trozos de lo real, los modos que toma el malestar en la cultura en este momento, y que van desde el sufrimiento de los autistas a los malestares con el género, desde el desvarío del goce a las servidumbres consentidas.
(Julio) 3.- En un momento de tu libro señalas: “El análisis no pretende la extinción de la falla consustancial al ser hablante, sino su correcta ubicación en la existencia subjetiva con el propósito de aliviar la vida de su poder nocivo cuando dicha falla se encuentra a la deriva”. Cómo piensas esta “correcta ubicación”, ¿qué quiere decir?, ¿se trata en ello de reubicar una identidad auténtica?. Señalas en tu libro que finalmente la experiencia analítica permite constituir una persona-sinthome, ¿Cuáles te parece que podrían ser las diferencias entre identidad y persona-sinthome?
La “correcta ubicación de la falta consustancial al ser hablante” es relativa a un enfoque topológico, que el nudo se ajuste bien supone haberlo desanudado hasta poder distinguir la materia de la que estamos hechos, esto es, lo simbólico, lo imaginario y lo real, cercando la falta del objeto a en el cruce central de los tres registros. Al principio del análisis el nudo es un auténtico enredo, una madeja revuelta, no sabemos distinguir con qué está hecho, y la falta se encuentra a la deriva. El lento y largo desbroce del análisis hace posible captar los tres registros en los que se distribuye nuestra experiencia subjetiva a la vez que se consigue cercar el borde de la falta en el calce del nudo, una vez cernida la trayectoria pulsional. El significante nos trasciende, no es posible evitar su incidencia, pero existe una diferencia entre el hecho de padecer la falta de identidad que condiciona erráticamente, a la deriva, en el desvarío; o conseguir alojarla en el calce del nudo, en su función de causa del deseo, una vez recorrida la experiencia del inconsciente. En El trieb y el deseo del psicoanalista Lacan afirma que “El deseo viene del Otro, el goce está del lado de la Cosa.” Las identificaciones que dan lugar a las identidades, incluso siendo muy consistentes, no agotan la experiencia subjetiva de la falta, que implica los tres registros en los que se diversifica el goce. “Las identificaciones se determinan del deseo sin satisfacer la pulsión”[4] afirma Lacan en el mismo texto. En este sentido, la noción de persona-sinthome viene a resolver la sempiterna cuestión de la identificación de los analistas, porque reúne la articulación borromea más el cuarto elemento que singulariza el nudo a partir de una marca de goce singular y del modo de su articulación al discurso, tal y como se puede verificar en la incidencia del pase para el AE y para la Escuela.
(Feli) 4.- En el capítulo 9 “Freud y las mujeres” hay un apartado: Freud feminista. En él señalas que para algunas combatientes del género, Freud se convertiría en uno de los mayores representantes del “patriarcado opresor y machista”, y sin embargo tú afirmas que Freud puede ser considerado el ser menos misógino del mundo. Vivimos una época en la que la lucha por instituir a las mujeres como sujetos de derecho en igualdad con los hombres toma diferentes vertientes, o bien neutralizar las diferencia sexual, o bien la multiplicación de los géneros en la cual, la diferencia hombre-mujer queda borrada. Con esto, ¿en qué sigue vigente la pregunta por la sexualidad femenina, por el goce femenino?
A pesar de la explosión del género acaecida durante finales del siglo pasado y lo que llevamos de éste, la pregunta por la satisfacción, por el goce femenino sigue insistiendo en la demanda de amor, cuya esencia es la ausencia de límite y desde la cual el reclamo femenino toma nuevas formas. Ojalá las mujeres empeñaran su fuerza, como lo hicieron en otro momento en la historia de la civilización dando lugar a la mística, al movimiento de las Preciosas, a la puesta en jaque del discurso del amo a través del discurso histérico; ojalá surja y se contagie la chispa de este Otro goce pudiendo contribuir al desmontaje de las seducciones del discurso capitalista, -un discurso muy astuto según las palabras de Lacan- productor incesante de objetos-trampa para el deseo, y el auténtico disolvente de las diferencias entre los sexos.
Las conquistas culturales evocadas tuvieron tal incidencia al germinar en el discurso, en el modo de hablar, de gozar de las palabras. Veremos si prolifera en un nuevo feminismo el esfuerzo de poesía promovido por la orientación lacaniana de psicoanálisis y, por supuesto, en el campo del arte no explícito, porque en ambos se protege el lugar del enigma consustancial a la sexualidad femenina.
(Feli) 5.- En el capítulo “El pase de Freud y la Causa Freudiana”La Causa Freudiana hablas de los acontecimientos mundiales que le tocó vivir a Freud y ante los que “se mantenía firme y avanzaba”. Dices: “Ante la hecatombe europea (la Gran Guerra) y la consecuente caída de los imperativos patrióticos y guerreros, la acción freudiana demostraba ser capaz de aportar nuevas soluciones y evitar la condena y la segregación de muchos jóvenes combatientes, al situarse con independencia y sin someterse a ideales o normas, puesto que su principio y su fin era el rescate y la protección del ser humano en singular. Así se inauguraba la efectuación de la Causa Freudiana en su dimensión social.” Tu libro es una bella reivindicación del psicoanálisis en tiempos en los que la palabra desfallece en su valor de verdad.
¿De qué manera crees que se puede aplicar en nuestra época la dimensión social de la Causa Freudiana? ¿Cuáles son las semejanzas y las diferencias entre un momento y otro?
Hemos publicado dos tomos con el título La práctica lacaniana en instituciones I y II, una recopilación de textos que explican las invenciones de psicoanalistas de orientación lacaniana en el diseño de dispositivos múltiples de atención a la subjetividad desamparada. En ellos se lleva a cabo la efectuación en lo real de las estructuras[5] descubiertas por el psicoanálisis, en el anudamiento de psicoanálisis puro y aplicado a la terapéutica. Es lo que denominamos dimensión social de la Causa Freudiana, la política lacaniana, en concreto, la política institucional, orientada por su ética. Nuestra época puede asemejarse al período de entre guerras debido la conmoción ocasionada por cambios sin precedentes en la civilización, pero en los años 30 aún no había tenido lugar el Holocausto. Imposible desconocerlo, como tampoco sus efectos deletéreos, expresos y sutiles, en los distintos órdenes de la vida tal y como se experimenta actualmente. El psicoanálisis toma partido por la causa de la vida de los seres hablantes, tal es la lección que hemos recibido de los analistas de la École de la Cause Freudienne recientemente, al movilizarse para impedir la llegada al poder, mediante las urnas, del partido negacionista de Le Pen.
(Amanda) 6.- Este extraordinario libro, esencialmente clínico, tiene una virtud entre otras, la de presentar a un Freud lacaniano, un Freud leído desde el último Lacan. Es un libro plagado de sutilezas clínicas que proporcionan un valor orientativo para nuestra práctica y nuestra elaboración de la misma. En primer lugar, titulas al tercer capítulo El problema lógico del hombre de las ratas, un título muy apropiado si pensamos hasta que punto el sujeto obsesivo está atrapado en lo que en Lógica se llama implicación material, una proposición que se escribe (p Ì q) y que en la neurosis infantil del hombre de las ratas se expresa con estas palabras: Si veo una mujer desnuda, mi padre morirá. ¿Qué posibilidades tiene un sujeto obsesivo analizado, hombre o mujer, de salir de esta cárcel que lo condena a la imposibilidad del deseo? ¿Cómo interviene al respecto el analista para abrir las puertas de este encierro?
No es casual que Lacan inventara sus sesiones breves a partir de una dificultad clínica con un sujeto al que podemos suponer obsesivo, tal como lo refiere en Función y campo de la palabra, precisamente en el apartado relativo a Las resonancias de la interpretación y del tiempo en la técnica psicoanalítica:“…[gracias a] nuestras sesiones cortas hemos podido sacar a luz en tal sujeto masculino fantasías de embarazo anal con el sueño de su resolución por medio de una cesárea en un plazo en el que de otro modo hubiéramos seguido reducidos a escuchar sus especulaciones sobre el arte de Dostoievski.”
A partir de ahí se tematiza el corte como operación topológica que sustenta en lo real del acto analítico la separación, objetando la alienación significante donde se cultivan las estrategias de la defensa al servicio del repudio, del rechazo a la pulsión que hace inconsistente al Otro, y que en el Seminario X es presentado como la causa de la duda y el sostén del pensamiento obsesivo. La última consideración de Lacan en tal sentido fue formulada como el acto destinado a molestar o perturbar la defensa; siendo un hecho clínico incuestionable que el terreno donde se dirime la salida del encierro en la circularidad significante es en el “doloroso camino de la transferencia” en palabras de Freud. En muchos casos, el abandono del análisis, las interrupciones, a pesar de los notables avances, se motivan en la irrupción –intolerable- de la transferencia negativa, y el sujeto opta por la fuga en lugar de hacerle frente a lo real percibido que angustia o incomoda. Daniel Pasqualin se refiere en su testimonio al momento posterior a la interpretación que desvelaba su estrategia constante para tapar el vacío. Un aumento súbito del precio de las sesiones le disgusta enormemente, trayendo su odio a la escena, lo “pone rojo”, un color singular en el fantasma del sujeto, (que teñía de sangre lo esencial de la escena edípica), tentándole a abandonarlo todo. La analista le espeta con una sonrisa: “no le será tan fácil quitarme de encima.”[6]
Encontramos una verdadera perla en el testimonio de Jerôme Lecaux, Être son objet, la decisiva maniobra del analista que permitirá inaugurar el tiempo de conclusión de la cura. El gesto silencioso por parte del analista de rascar en el diván una mancha invisible justo en el lugar en donde iba a posar su cuerpo el analizante, produce la conclusión inmediata, “la mancha soy yo”. La mancha no era cualquier cosa para el sujeto sino un aspecto tenazmente negado, disimulado, evitado.
(Amanda) 7.- En el capítulo Freud y las mujeres, enormemente ilustrativo de lo que Freud aprende y de lo que espera aprender de las mujeres en análisis, y que demuestra asimismo el tendencioso y equivocado juicio que acusa a Freud de machista, dices algo muy esclarecedor sobre a posición femenina cuando diferencias el narcisismo de deseo del narcisismo del ego en las mujeres. ¿Podrías ilustrar clínicamente lo que llamas una subjetivación del cuerpo que permite trascender los espejismos (p.289), como solución posible al estructural misterio femenino.?
La solución al misterio femenino resulta de preservar precisamente su carácter de enigma al ubicarlo correctamente en la estructura, posibilitando la distinción entre dos goces. El testimonio Una muy triste soledad de Dalila Arpin es muy demostrativo respecto a lo que podemos entender como la resolución de los espejismos, entre ellos el del amor, y el de la soledad. En su caso el amor se presentaba como un tratamiento de la soledad a través de la pareja y de las simbiosis amistosas. Esa soledad se sustentaba en el fantasma “me dejaban solita”. A su condición de hija única se había añadido la significación de ser la única, en una sutil promoción de la excepción a partir de la soledad. Retoma Dalila el pasaje del caso Juanito en el que enuncia el deseo de estar “…solo, completamente solo con Mariedl”, para demostrar que desde esa perspectiva el sujeto se sacrifica al deseo del Otro, tomando cuerpo una soledad narcisista y fálica que recubre otra soledad, la soledad del Uno: “En las mujeres, a falta de un significante que pueda nombrar la mujer, esta soledad puede entrar en resonancia con la demanda de amor. Esta demanda da cuenta de la soledad femenina en relación al goce.”[7] Es el punto luminoso del testimonio de Dalila que permite esclarecer la existencia de dos soledades, la narcisista y fálica y la que ésta recubre y que entra en resonancia con la demanda de amor debido a la común falta de límite. Afirma Dalila que las mujeres no pueden estar solas cuando experimentan esa dimensión, la de ser síntoma de otro cuerpo, trayendo a colación un pasaje de L’Etourdit: “El goce que se tiene de una mujer la divide haciendo de su soledad partenaire, mientras que la unión queda en el umbral”. A través del hombre, de su castración, más allá del órgano y si él no tiene horror del Otro goce, la mujer puede gozar de la ausencia del Otro. Esta soledad femenina es la traducción subjetiva del significante de A tachado, aquello con lo que la mujer está intrínsecamente relacionada. Por ello la solución del análisis para una mujer depende de hacer lugar a este Otro goce, sin despreciar los semblantes fálicos, concluye Dalila.
(Amanda) 8.- En el aleccionador y bellísimo capítulo con el que concluyes el libro: El pase de Freud y la Causa Freudiana, haces una analogía entre la causa analítica y lo que Freud denomina su tirano, tomada esta expresión de una cita a pié de página en la que extraes una reflexión que Freud le dirige a Fliess en la carta 24. Cito: Un hombre no puede vivir sin un caballito de batalla, sin una pasión dominante, sin un tirano para decirlo en palabras de Schiller (p.330). En tu calidad de analizante y analista, ¿Cómo piensas que la causa analítica pueda volverse tiránica? ¿Es dable curar esa tiranía, o solo cabe asumirla como sublimación del superyó?
Creo que es conveniente precisar, como lo hizo Freud, la función del Ideal del yo como brújula del deseo, inevitable e indispensable cuando hablamos de la transferencia al discurso analítico, de la vertiente superyoica del síntoma, que se alimenta de la pulsión. Freud descubrió que entre superyó y ello se trataba de vasos comunicantes, y es necesaria la experiencia del análisis para acceder a su distinción y para conseguir colocar la causa en su justo lugar, el que permite sostener el discurso analítico, el que hace posible la acción analítica sin derrapar hacia otros discursos. Que Freud se refiera a la causa como “su tirano” es suficientemente indicativo de que no se trata del acceso al placer, aunque no esté exento de alegrías, sino más bien de un consentimiento a habitar una dimensión incómoda puesto que implica hacer lugar a lo real, a lo que no está escrito, a lo que exige que uno se tome la molestia… en fin, son distintas maneras de referirse a la dificultad inherente al ejercicio del psicoanálisis. Lo importante es llegar a extraer el goce nocivo que alimenta las significaciones de castigo y el sentido sacrificial que pueden llegar a añadirse al compromiso con la causa analítica.
Me parece muy demostrativo el testimonio de Veronique Voruz La chute de la surmoitié donde despliega la diferencia, la comunidad estructural entre pastoute y surmoitié a partir de L’Etourdit, en donde Lacan lo diferencia del superyó masculino, entendido como la consciencia universal. Con la salvedad de que en nuestros días no toma la forma del discurso religioso sino el de la eficiencia. La culpa, relativa a la interdicción del goce no asoma como falta moral, sino como un sentimiento depresivo originado en una incapacidad de éxito, por no ser el sujeto suficientemente aplicado tal y como lo determina la ideología de la evaluación.
En cambio, el superyó femenino revela un más allá de toda medida, ocasionado por el parentesco entre estrago y amor, debido a que ambos tienen el mismo principio, el A tachado, no-todo en el sentido de sin límite y presentes ambos en el amor de transferencia, tal como lo explica Veronique. Fue gracias a la invención de un dispositivo inédito mediante el cual llegó a pedirle al analista con quien realizaba sus controles, controlar su propio caso, que logró extraer, gracias a esta otra transferencia, su deseo del imperativo sacrificial incrustado en su cuerpo debido al impacto del discurso de las mujeres de su familia sobre ella. Imposible de eliminar dicha supermoitié, logró sin embargo alojarla en un semblante gracias al discurso analítico, en una operación que podría nombrarse como “sublimación del superyó”.
Podemos valorar esta precisión sobre la supermoitié si lo comparamos con el caso de Laurent Dupont. El desmontaje del goce sacrificial destinado a denegar la castración se consigue gracias al poder del equívoco: ça crie fils.[8] Ubicada esta frase como el hueso del fantasma, y sostenido por la acción pulsional de la mirada, orientaba la vida de forma entusiasta dando consistencia a un fantasma de virilidad: poder, hacer, salvar a la madre, sostener al padre…
En ambos casos la solución del superyó sintomático adviene mediante la operación de semblantización de lo real que opera el discurso analítico y gracias a la distinción de los goces. Finalmente, el superyó fabrica los universales, y hace falta renunciar a ellos para dar lugar a la posición femenina, homóloga a la posición analítica, objeción al universal.
[1] Jacques Lacan, Escritos I
[2] J. A, Miller, Sutilezas analíticas, p. 224
[3] Jacques-Alain Miller, Todo el mundo es loco. Paidós. Buenos Aires. 2015. P. 233
[4] J.Lacan. Del “Trieb” de Freud y del deseo del psicoanalista. Escritos II. Edit. Siglo XXI. P. 389
[5] Alusión al Acta de Fundación de la Escuela Freudiana por Jacques Lacan
[6] Daniel Pasqualin: Voir rouge: morceaux choisis, La Cause du désir 95
[7] En Revista El psicoanálisis Nº 30/31
[8] En francés ça crie fils: eso grita hijo es homófono a sacrifice. Laurent Dupont: Au-delà du fantasme,l’outrepasse. En La Cause Freudienne 95