Mujeres en el diván de Freud. La joven homosexual

“Una de las heroínas más fascinantes de la literatura clínica freudiana”, dijo de ella Jacques-Alain Miller en el momento de recibir la noticia de la publicación de su biografía con el seudónimo de Sidonie Csillag. Probablemente tal veredicto esté en consonancia con el juicio del poeta Baudelaire cuando atribuye a las hijas de Lesbos el privilegio de ser “las heroínas de la modernidad.”

Sin embargo, desde nuestra perspectiva, puede proponerse una lectura alternativa a la que encuentra en dicho icono del poeta maldito “el ideal erótico de la mujer que habla de dureza y hombría […] impregnado de un ideal histórico, el de la grandeza del mundo antiguo”1.

Nos parece más acertado deducir los motivos analíticos de esta valoración milleriana, próxima a la admiración suscitada en Freud por la jovencita de dieciocho años “bonita, inteligente y de elevada posición social”2 que llegó a su consulta en el mes de febrero de 1919 a iniciativa de sus padres, disgustados por su escandalosa conducta.

Le reprochaban, dice Freud, un exceso de franqueza y un exceso de disimulo. Ella era sensible al sufrimiento que les ocasionaba y pretendía evitarlo, aunque “no sufría por motivos internos”3, no esperaba cambiar su condición, declarándose incapaz de imaginar amor ninguno de otro género. Es precisamente el carácter singularísimo y exclusivo de ese lazo con la Dama4 el que nos enseña a reconocer Lacan al equipararlo con la gran invención cultural de los trovadores medievales, el amor cortés5.

Freud descubrió inmediatamente que esa “pasión había devorado todos los demás intereses de la muchacha”, aunque también constató que, como ferviente defensora de los derechos femeninos, la joven consideraba injusto que las chicas no gozasen de las mismas libertades que los chicos y se rebelaba ante el destino de la mujer.

A la luz de la lectura actualizada por Miller de los capítulos finales del Seminario VI donde Lacan pesquisa la buena manera de entender el famoso axioma freudiano “la neurosis es el negativo de la perversión” el alcance social de la posición de la joven homosexual adquiere, a nuestros ojos, un tinte heroico. Frente a los conformismos sociales que inducen a la inercia del rebaño, se distingue la estructura de la perversión por la ruptura que provoca en las normas sociales; su insurgencia a la identificación común representa la protesta del sujeto del deseo, la de afianzar su ser pudiendo redundar, por añadidura, en un progreso cultural.

En octubre de 1918 Anna Freud había iniciado un análisis con su padre, quien pronto detectó la inclinación de su hija hacia las mujeres, así como su decidido falicismo, distinguiéndola de sus hermanas Matilde y Sophie. No parece casual que haya despedido a la joven homosexual indicándole consultar con una mujer al comprobar la inoperancia de la transferencia paterna; él mismo se vio obligado a solicitar la colaboración de Lou-Andreas Salomé en el recorrido analítico de Anna que duró, con interrupciones, hasta 19246.

El giro de los años 20 se anticipaba pues de la mano de las féminas, ellas indujeron la exploración del Dark continent cuya frontera se extendía más allá del Edipo y del reino del padre, como queda consignado en los desarrollos freudianos sobre la sexualidad femenina que vieron la luz durante los años 30.

Podemos calibrar el beneficio epistémico que Freud celebra haber obtenido de los cuatro meses y medio que duró el análisis de la joven homosexual; más aún si leemos el historial con los diferentes aportes lacanianos a la lectura del caso diseminados a lo largo de su enseñanza. Destacamos que gracias a él Lacan consiguió evidenciar “cuál es la verdadera naturaleza del falo en el psicoanálisis”7. Y ello en la medida, explica Miller en que, en la homosexualidad femenina, se economiza el supuesto objeto que traería a la realidad el órgano del hombre; si la demostración se apoyara en la homosexualidad masculina, se perdería de vista la función estructural del falo desde la perspectiva del discurso analítico, que no es lo que piensa el común de la gente.

Debemos subrayar este aspecto porque las lecturas antifreudianas, incluidas algunas corrientes feministas, cargan las tintas ante el falicismo freudiano, arguyendo que en él se privilegia la potencia como atributo del hombre, contribuyendo al machismo y al orden patriarcal en desmedro de las mujeres.  Sin embargo, el falo es ante todo el falo de la madre, ese es el gran descubrimiento del psicoanálisis: “La naturaleza del falo se revela en la falta de pene de la madre”8.

Así se sitúa “la fuerza negativa del falo femenino”, tan opaca como irresistible -que no escapó a la perspicacia de Freud-, cuya lógica ha permitido acceder al resorte de la identificación sacrificial de la joven homosexual, deducida del pasaje al acto suicida. La otra cara de la servidumbre a la negación del absoluto fálico en el orden del tener la encumbra en el registro del ser y tiene, como contrapartida mortificante, el efecto de desalojarla del discurso, convirtiéndola en un objeto caído: Niederkommen lassen.

Con las mismas palabras Lacan interpreta el acto de Freud cuando afirma que, al despedirla, él se dio por vencido, dejando caer la Causa Freudiana. Sin embargo, y teniendo en cuenta que el saber analítico no había progresado lo suficiente para sostener la maniobra que pudiera rescatar a los seres hablantes del error común respecto a la diferencia sexual9 Freud acompañó su gesto con un comentario que refrendaba una posición heroica y que se grabaría a fuego en la muchacha: “Tiene usted unos ojos tan inteligentes. No quisiera encontrarme en la vida con usted en calidad de enemigo”10.


  1. Benjamin, Walter. El París de Baudelaire. Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2012. p. 167.
  2. Freud, Sigmund, “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”. Obras completas. Biblioteca Nueva, Tomo III, Madrid, 1973, p. 2544.
  3. Ibíd., p. 2547.
  4. Freud califica este tipo de elección “masculina” caracterizada por “su humildad y tierno desinterés che poco spera e nulla chiede” y destaca también la peculiar renuncia o “retirada en función de un tercero”. Freud, Sigmund.  “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”. Op. cit., p. 2533.
  5. Coccoz, Vilma. “La encrucijada adolescente de la joven homosexual y la solución del amor cortés”. Freud, un despertar de la humanidad. RBA, Barcelona, 2017, p. 238.
  6. En 1925 encuentra a Dorothy Burlingham llegada a Viena desde EEUU con sus cuatro hijos y sus destinos se unen para siempre. “A diferencia del padre de la homosexual, Freud mira con ojos benévolos este vínculo, construyendo una formación de compromiso de lo más sofisticada para un lazo filial sin par”. Anna, Dorothy y los niños se trasladan a Bergasse 19. Laurent, Eric. Préface à Elles ont choisi. Edit Michèle, Paris, 2013, p. 18.
  7. Miller, Jacques-Alain. De la naturaleza de los semblantes. Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 260.
  8. Lacan, Jacques. “La ciencia y la verdad”. Escritos 2. RBA, Barcelona, 2006, p. 856.
  9. Lacan se refiere al “error común” ocasionado por el lenguaje que diferencia los sexos en función de la presencia o ausencia de pene. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 19, …o peor. Paidós, Buenos Aires, 2012, p.16.
  10. Rieder, Ines; Voigt, Diana; Sidonie Csillag. La ‘joven homosexual’ de Freud. Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2004, p. 71.